Por más estrategias retóricas que utilice el Gobierno nacional para justificar sus reparos a las obras del metro de Bogotá, parece que en toda la discusión subyace la frustración del presidente Gustavo Petro por no haber podido iniciar la construcción del proyecto durante su alcaldía. Más preocupante aún, el reciente enfrentamiento con la alcaldesa distrital, Claudia López, se ve como una intervención en política justo en plena campaña electoral, que en últimas apunta a que se obstaculice una vez más el proyecto clave para la capital del país. Teniendo a un contratista adjudicado y una obra en marcha, no hay motivos suficientes para mantener vivas discusiones que ya se saldaron, a menos que la apuesta sea esperar a que haya un mandatario en el Palacio Liévano que sea más cercano a Presidencia y eche bajo tierra todo lo avanzado.
En entrevista con El Espectador, el ministro de Transporte, William Camargo, dijo que él se aleja “un poco de la discusión política. Lo nuestro tiene que ser un ejercicio netamente técnico”. Sin embargo, las palabras que utiliza el presidente Petro para referirse al metro de Bogotá lo contradicen. El miércoles, en su cuenta de Twitter (ahora X), escribió que “el Gobierno nacional, financiador mayoritario de la obra, ha sido engañado”. Ayer agregó: “Nos encontramos que incumplieron este acuerdo con la nación”. Se refiere a un supuesto pacto para soterrar la primera línea del metro por la parte oriental de la obra. Sin embargo, la alcaldesa distrital dijo que el único pacto era solicitar un concepto a la Sociedad Colombiana de Ingenieros (SCI), algo que parece confirmar la entrevista del ministro Camargo. El Gobierno, por cierto, solo contrató el concepto la semana pasada, con un último entregable en octubre, en pleno cierre de campaña por la Alcaldía. ¿Cómo no leer la política que hay detrás de todo lo que ocurre?
Lo hemos dicho: el presidente Petro tiene reclamos válidos. Es verdad que su propuesta de metro subterráneo fue saboteada por el desinterés disimulado del entonces presidente Juan Manuel Santos y luego por Enrique Peñalosa, quien como alcalde modificó el proyecto por completo. También es cierto que, como dice el ministro Camargo, quien estuvo en la Alcaldía con el presidente, no se trata de un “proyecto trivial, sino a 150 años”. Empero, ninguna de esas consideraciones justifica que se siga aplazando la construcción cuando ya está contratada, se inició la obra y hay conceptos jurídicos enfrentados entre el Distrito y la Presidencia sobre la posibilidad de hacer modificaciones al proyecto a estas alturas. Con una segunda y tercera líneas pendientes de contratar y que pueden ir soterradas, en la Casa de Nariño podrían concentrarse en cerciorarse de sacar adelante esos proyectos y así consolidar su legado en Bogotá. Sin embargo, prefieren la confrontación política.
Queda el sinsabor de que desde Presidencia están torpedeando un proyecto por diferencias políticas con la alcaldesa y en plena época electoral. Una vez más los bogotanos irán a las urnas preguntándose si alguna vez verán el metro construido o si cuando entre en funcionamiento ya será insuficiente por las crecientes necesidades de transporte de la ciudad. Qué falta les ha hecho a la capital y a los gobiernos nacionales hacer planes en conjunto a largo plazo por encima de los apellidos de quienes ostentan los cargos más altos de la nación.
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