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No perdamos la humanidad para defender la humanidad

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05 de octubre de 2025 - 05:00 a. m.
La violencia que vimos esta semana en el país muestra una preocupante hipocresía: no se puede pedir la paz apostándole a sembrar terror.
La violencia que vimos esta semana en el país muestra una preocupante hipocresía: no se puede pedir la paz apostándole a sembrar terror.
Foto: EFE - Carlos Ortega
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El genocidio en Gaza debe detenerse. La interceptación del ejército israelí a la flotilla conformada por personas de distintos países y cuyo propósito era llevar ayuda humanitaria a la región es una muestra más, de tantas, de que el Gobierno de Benjamín Netanyahu no está dispuesto a escuchar las voces que le piden reconsiderar sus abusos de poder. Eso, nos parece, no está en discusión. Lo que cuesta comprender, y amerita mayor reflexión incluso dentro del Gobierno de Gustavo Petro, es cómo el activismo en favor de la causa palestina ha servido de excusa para vandalizar y hostigar a empresarios solo por ser judíos o tener relaciones con empresas judías. La violencia que vimos esta semana en el país muestra una preocupante hipocresía: no se puede pedir la paz apostándole a sembrar terror.

Tan pronto fue interceptada la flotilla en Gaza, se convocaron manifestaciones en varias ciudades del país. En Bogotá se llevó a cabo frente a la sede de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI). Si bien manifestarse es un derecho fundamental, hay una pregunta incómoda por plantear ante la dirección de las protestas: ¿por qué contra empresarios colombianos? El discurso de los organizadores es que están buscando que se corten lazos comerciales con Israel, pero no es lo mismo cuestionar al Gobierno de Benjamín Netanyahu que hacerlo de manera abierta e indiscriminada a todo lo que sea de ese país. Suena terriblemente cerca al prejuicio de que las empresas que están en cabeza de personas judías deban ser censuradas y sus instalaciones sitiadas.

Mucho menos sentido tiene que estas protestas desencadenen actos de violencia. Como dijo el alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, “algunos encapuchados intentaron sembrar el miedo, el caos, la violencia y la destrucción en Bogotá”. Vimos paredes vandalizadas, un CAI de la Policía atacado, incendios iniciados en vías públicas e incluso disturbios en Cali. Ante el caos irracional, no podemos más que preguntar: ¿eso cómo ayuda a la causa palestina? ¿Qué culpa tienen policías y empresarios colombianos del genocidio llevado a cabo por el Gobierno de Netanyahu? ¿Por qué se ve como un mecanismo aceptable que se promueva la idea de que hay un enemigo que está siendo cómplice de un crimen tan atroz y que merece ser atacado? ¿Por qué el presidente Gustavo Petro apoyó las protestas, pero no dijo nada sobre la estigmatización? Antes bien, la atizó. Son ciudadanos colombianos que tienen derechos y merecen respeto.

La justa rabia por las atrocidades cometidas en Gaza no puede ser excusa para perfilar a personas por su origen ni para sabotear sus empresas. Bruce Mac Master, presidente de la ANDI, lo dijo así: “No podemos dejar manipularnos de aquellos que siempre quieren polarizar a nuestra nación, de aquellos que siempre quieren encontrar un enemigo para poder defender una causa y aquellos que siempre consideran que Colombia tiene que estar dividida para poder discutir los temas más sensibles”. Tiene razón. Nuestro país sabe lo que ocurre cuando los discursos se tornan violentos, cuando alguien es identificado como “enemigo”, cuando la frustración se redirige equivocadamente a quienes no tienen la culpa de lo que ocurre. No podemos perder la humanidad mientras defendemos la humanidad. Es urgente que reflexionemos.

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