No vamos bien en la reducción de la violencia

El Espectador
30 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.
¿Cómo puede el Estado colombiano sacar pecho en temas de género cuando una de cada tres víctimas de feminicidio solicitó socorro y no hubo respuesta eficaz? / Foto: Gustavo Torrijos - El Espectador
¿Cómo puede el Estado colombiano sacar pecho en temas de género cuando una de cada tres víctimas de feminicidio solicitó socorro y no hubo respuesta eficaz? / Foto: Gustavo Torrijos - El Espectador

Las marchas que se dieron en el país el pasado lunes estuvieron lideradas por las mujeres. Distintas organizaciones de la sociedad civil llevaban varios meses coordinando y alistándose para tomarse las calles, en conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Dos informes publicados recientemente demuestran que el país todavía está muy lejos de poder decir que protege de manera eficiente los derechos de las colombianas. La discriminación, que se ve en distintos aspectos del día a día de las mujeres, sigue siendo la mejor cómplice para la violencia contra ellas.

Según Medicina Legal y ONU Mujeres, entre 2014 y 2017, 23.189 mujeres fueron valoradas por la entidad en cuanto al nivel de violencia en su contra. Los hallazgos son angustiantes y confirman lo que los movimientos feministas vienen denunciando. El 33 % de las mujeres estaban en riesgo extremo de ser asesinadas, mientras que el 28 % estaban en riesgo grave y el 21 % tenían un riesgo moderado. La noticia, no obstante, es que todas estaban experimentando distintos tipos de violencia.

No solo eso: el sistema es incapaz de responder a tiempo. De los 531 feminicidios que se presentaron en ese mismo período, 188 mujeres habían solicitado protección. ¿Cómo puede el Estado colombiano sacar pecho en temas de género cuando una de cada tres víctimas de feminicidio solicitó socorro y no hubo respuesta eficaz?

Cuando se mira de cerca la situación de las mujeres encuestadas, se observa cómo sus actividades diarias son monitoreadas por el posible agresor. La mayoría de ellas viven con temor de violencia física y experimentan violencia psicológica. Estas situaciones ocurren no en menor medida gracias a la discriminación estructural, que les quita a las mujeres herramientas para defenderse.

Por otro lado, la Corporación Sisma Mujer llegó a una conclusión que debe servir de alerta para todas las autoridades: la violencia contra las mujeres y las niñas se viene agudizando. Revisando los datos de la Dijín, encontraron que en 2018 el número de feminicidios aumentó en un 14 % con respecto a 2017. También se incrementó la violencia intrafamiliar (3,32 %), la violencia sexual (9,26 %) y el maltrato emocional (18,59 %).

Las cifras pueden poner en abstracto un problema que es íntimo y muy cercano, por eso es importante traducirlas: cada dos días y medio una mujer fue asesinada por su pareja o expareja, por lo menos una mujer fue agredida sexualmente cada 24 minutos, hay una agresión cada 31 minutos a esposas, hijas, madres o suegras y en la mitad de los casos de violencia sexual contra menores de edad el responsable fue un familiar.

Por todo esto es que debe entenderse que los trapos sucios no pueden lavarse en casa. La violencia que está ocurriendo de puertas para adentro necesita reacciones eficaces no solo por parte de las autoridades, sino de toda la sociedad. Tenemos que enfrentar las raíces del problema, seguir desmantelando los focos de discriminación en todos los aspectos sociales. Las mujeres colombianas marcharon reclamando algo sencillo: que no las sigan matando, que no las sigan agrediendo, que no las sigan abandonando. La respuesta del Estado y de la sociedad no puede ser alzar los hombros.

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