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El presidente y los partidos políticos le fallaron al país con los proyectos anticorrupción que fueron anunciados con bombos y platillos hace poco más de un año. El resultado de la desidia y negligencia parlamentarias es que el Congreso siga siendo visto con desconfianza por los colombianos. La inacción frente a la corrupción está abriendo la puerta para los mensajes populistas en Colombia, ante el hartazgo de la ciudadanía.
La consulta anticorrupción fue un golpe de opinión que ningún político colombiano debería ignorar. Aunque se quedó corta de alcanzar el umbral necesario, haber recibido más de 11’600.000 votos fue evidencia contundente de lo cansados que están los colombianos con la corrupción. Se trató de una declaración histórica que merecía una respuesta contundente de todas las fuerzas políticas del país.
Inicialmente hubo esperanza. El presidente Iván Duque les prometió a los colombianos que sus deseos se verían materializados en la aprobación de varios proyectos anticorrupción en el Congreso. Para eso, en cabeza de la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, se creó una mesa técnica donde se convocó a todos los partidos para garantizar la eficaz aprobación de lo prometido. Todo parecía andar sobre ruedas.
Un año después, solo una de las siete propuestas logró superar todos los debates, mientras cuatro se hundieron. Peor aún, los parlamentarios han mostrado un desdén por el tema que se siente como una burla a la voluntad de los colombianos.
Tomemos el ejemplo de lo que ocurrió con la propuesta de reducir el sueldo de los congresistas. Cuando se fue a discutir en la Comisión Primera de la Cámara de Representantes, 37 de los 38 parlamentarios se declararon impedidos porque supuestamente el proyecto los afectaba directamente. Por eso, se terminó hundiendo por falta de quórum.
Eso no tiene presentación. ¿No se favorecieron los congresistas con el hundimiento del proyecto, demostrando así que sus supuestos impedimentos eran una táctica para no darle la cara a la voluntad de los colombianos expresada en las urnas? Por supuesto, ese año sí se aprobó el aumento del sueldo de todos los miembros del Congreso.
Hay muchas críticas válidas que pueden formularse a los proyectos propuestos en la consulta anticorrupción, pero ese no es el punto central en este debate. Los parlamentarios (y, por su falta de liderazgo, el Gobierno Nacional) le apostaron a que los colombianos no los iban a castigar si, una vez más, se hacían los de la vista gorda al momento de tomar decisiones que pueden ayudar a combatir la corrupción. Esto es una derrota simbólica de las instituciones del país, que se han visto con las manos atadas al momento de tomar decisiones para enfrentar los retos más importantes de Colombia. ¿Qué mensaje les deja eso a los votantes?
Ante la ausencia de un Estado capaz de responder a la corrupción se está dejando la puerta abierta para que los discursos populistas antiinstituciones, que se han visto en otros países, tomen carrera en Colombia. La frustración sigue creciendo y el Congreso no parece percatarse de la tormenta que está ayudando a crear.
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