Nubarrones y realidades de nuestra economía

El Espectador
07 de julio de 2017 - 02:00 a. m.
La perspectiva histórica hace pensar que la economía no va tan mal como parece. / Fotografía: Istock
La perspectiva histórica hace pensar que la economía no va tan mal como parece. / Fotografía: Istock

El año 2016 y lo que llevamos de 2017 ha sido el periodo más complejo en términos de resultados y confianza desde el punto de vista económico del gobierno de Juan Manuel Santos. Las preocupaciones parecen venir de tres frentes: el crecimiento económico, el mercado laboral y la confianza inversionista. Frente a los nubarrones que varias voces han venido planteando en las últimas semanas sobre el estado y sobre todo el futuro de nuestra economía, vale la pena mirar hacia atrás, de dónde venimos, y poner las preocupaciones en perspectiva.

“Las comparaciones de la gente no son entre lo que tenían hace diez o 20 años y lo que tienen ahora, sino entre lo que tienen ahora y lo que quieren tener”. La frase es del ministro de Salud, Alejandro Gaviria, al explicar la paradoja de tener un sistema de salud con grandes avances y la frustración perenne de la gente con este. Algo similar parece estar ocurriendo con el ambiente económico general: frustración y pesimismo solo entendibles, si se compara la situación con ideales futuros, pero sin respaldo si se miran los datos con perspectiva histórica. Está muy bien mirar las cifras con el foco de nuestras aspiraciones, pero conviene también tener un ancla en el camino que las cifras han recorrido para llegar aquí. Como bien lo anota Bill Estearly, famoso profesor de economía de la Universidad de Nueva York, las ideas para el desarrollo no deben salir de un tablero en blanco con unas pocas estadísticas recientes, carentes de contexto.

Una forma de mantener el ancla y tener perspectiva sobre el significado de las estadísticas es comparar algunos datos recientes con los del año más complejo de los gobiernos de Uribe, el 2009, y con números de más largo aliento, con promedios históricos. Veamos.

En crecimiento económico: en 2016, la economía se expandió al 2 %, unas décimas por encima del logrado en 2009. Mirado con perspectiva de largo plazo, el crecimiento anual de Colombia, desde mediados del siglo XX en términos per cápita, es del 2 %. Con el aumento poblacional contemporáneo, eso sugiere expansiones de la economía del 3 %. Uno puede soñar, como varios candidatos presidenciales lo hacen hoy, con expansiones sostenidas del 7 %. Pero la terca media histórica sugiere expansiones de menos de la mitad de ese sueño, cerca de las que tenemos hoy en día.

Luego están las alarmas laborales. Argumentan que el desempleo es rampante y que el poco empleo que se genera es de mala calidad. Los datos dicen otra cosa. El desempleo promedio de 2016 fue del 9,2 %, tres puntos por debajo de la cifra de 2009 y más de dos puntos por debajo de la tasa promedio de desempleo en lo que llevamos de siglo. Tampoco es cierto que la calidad del empleo se haya deteriorado. La informalidad, que llegaba al 51,5 % en 2009, cayó a 47,2 % en 2016, en las principales ciudades. Los empleados que contribuyen a una pensión pasaron de poco más de cinco millones y medio a más de ocho. Uno puede tomar un tablero en blanco y afirmar sin temor a equivocarse que una tasa de desempleo que ronda el 9 % y una de informalidad del 47 % son pésimos indicadores. Pero con perspectiva histórica en ambos frentes esas estadísticas representan un avance.

Por el lado de la inversión los números también lucen mejor ahora que en 2009 y que en la historia de más largo plazo. Por ejemplo, la tasa de inversión fue del 27 % del PIB, en 2016; más de tres puntos por encima de la observada en 2009 y cinco por encima de la media de este siglo. Y las inversiones directas del resto del mundo en Colombia: en el primer trimestre de 2017, esa inversión fue 10 % superior en dólares a la que teníamos en 2009 y está, mejor balanceada, pues la porción no petrolera aumentó en 16 %.

Todas las economías tienen permanentes retos de política. Colombia no es la excepción y las tareas que tiene al frente son de gran envergadura, como la aplazada reforma pensional. Pero dar con las teclas apropiadas para esas reformas requiere un análisis adecuado de las cifras, no un repaso pesimista a un tablero en blanco que con tanto tino critica el profesor Easterly.

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