Otra forma de hacer política

El Espectador
02 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.
¿Será ingenuo soñar en una cultura política donde el diálogo constructivo sea la norma? Por primera vez en un buen tiempo hay motivos para creer que sí es posible un cambio positivo en la política colombiana. / Foto: SIG
¿Será ingenuo soñar en una cultura política donde el diálogo constructivo sea la norma? Por primera vez en un buen tiempo hay motivos para creer que sí es posible un cambio positivo en la política colombiana. / Foto: SIG

Los símbolos importan. Después de años de tensa polarización que han vuelto cínicos a los colombianos sobre la posibilidad de realizar cambios estructurales a través de nuestro sistema político, desde el domingo pasado ocurrieron dos hechos que son motivo de esperanza. Primero, cerca de 12 millones de colombianos salieron a las urnas a decir que no están dispuestos a permitir que el país se siga desangrando por culpa de la corrupción. Después, el miércoles pasado, ocurrió algo impensable: representantes de todas las corrientes ideológicas se sentaron en la Casa de Nariño a conversar amigablemente y llegaron a un pacto anticorrupción. Aunque falta ver si el impulso no se diluye, es, cuando menos, conmovedor ver que sí hay otra manera de hacer política y llegar a los acuerdos que Colombia necesita.

Una vez conocidos los resultados de la consulta anticorrupción, que se quedó a unos pocos votos de convertirse en un mandato obligatorio para el Congreso, el presidente Iván Duque prometió que el impulso democrático no entraría en saco roto. El miércoles pasado demostró que el Gobierno tiene un compromiso serio con cumplir esa promesa.

A la Casa de Nariño fueron convocados representantes de Colombia Humana, la lista de los Decentes, Colombia Justa Libres, Alianza Verde, FARC, Centro Democrático, la U, Partido Liberal, Partido Conservador y Cambio Radical, así como al fiscal general (Néstor Humberto Martínez), el procurador general (Fernando Carrillo) y el contralor general (Edgardo Maya, quien está a punto de dejar el cargo). Todos asistieron y todos se sentaron en una mesa donde el presidente Duque sirvió de moderador. Después de una reunión que se extendió hasta la madrugada, hubo humo blanco.

En palabras del primer mandatario, “hemos avanzado muchísimo para darles unos mensajes a los colombianos. El primero es que se va a dar impulso a los proyectos anticorrupción que han sido presentados por el Gobierno Nacional, por el señor fiscal, por el señor procurador. Adicionalmente, se van a presentar otros cuatro proyectos que corresponden a lo que fue incluido en la consulta anticorrupción del pasado domingo”. La idea es contar con el consenso de todos los partidos para que estas propuestas, que en el pasado han sido hundidas en medio de la desidia legislativa, puedan convertirse en reformas que combatan de manera contundente la corrupción.

El senador Roy Barreras, del Partido de la U, dijo que “se va a hacer una reforma política en el país que arranca de raíz el sistema clientelar, acabando con la compra y venta de votos, que es el origen de la corrupción en el poder”. Ojalá así sea.

Falta, no obstante, mucho trecho. Por ahora se creó una mesa técnica, con representantes de todos los partidos y en cabeza de la ministra del Interior (Nancy Patricia Gutiérrez), que tiene como propósito afinar el acuerdo y llevar a buen puerto los proyectos. No puede pasar esta vez lo que ha ocurrido en el pasado con las comisiones de expertos: se les da mucho bombo para luego ignorar por completo sus recomendaciones y decisiones.

Pero, mientras tanto, volvemos a los símbolos y su importancia. Por un lado, el presidente demostró con hechos puntuales que desea unificar al país a pesar de sus diferencias. Por otro, miembros de la FARC entraron por primera vez a la Casa de Nariño bajo el nuevo Gobierno, algo que envía un buen mensaje sobre la posibilidad de que el acuerdo no se haga trizas. Finalmente, todos los partidos parecieron agachar la cabeza ante la vehemencia del mandato ciudadano y demostraron que sí se pueden dejar a un lado las rencillas políticas para encontrar puntos en común. ¿Será ingenuo soñar en una cultura política donde el diálogo constructivo sea la norma?

Por primera vez en un buen tiempo hay motivos para creer que sí es posible un cambio positivo en la política colombiana. Esperamos que no nos decepcionen.

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