Otro hito histórico en medio de la neblina política

El Espectador
09 de junio de 2017 - 02:00 a. m.
Nunca habíamos estado tan cerca de que las Farc no tengan armas. ¿No es esto un motivo de celebración, sin importar la ideología política? / Foto: OACP
Nunca habíamos estado tan cerca de que las Farc no tengan armas. ¿No es esto un motivo de celebración, sin importar la ideología política? / Foto: OACP

El ambiente hostil que hay en la opinión pública en cuanto a lo relacionado con el proceso de paz, aunque justificado en los innumerables obstáculos que ha enfrentado la implementación del acuerdo de La Habana y los retos que aún persisten, no debería frustrar la celebración de otro hito histórico en Colombia: las Farc ya entregaron el 30 % de sus armas y todo parece indicar que el nuevo cronograma sí se cumplirá. El sueño de un país sin esa guerrilla, que ha sido durante tanto tiempo sinónimo de tragedias y sufrimientos, es irreversible.

Las dudas sobre el proceso de paz y la voluntad de la guerrilla han seguido creciendo en varios sectores del país, impulsados por los tropiezos del Gobierno, sí, pero también por una retórica política que quiere obstaculizar cualquier avance apelando al miedo de las personas. Por eso, cuando fue evidente que el plazo inicial estipulado para el desarme no iba a cumplirse, no fueron pocos quienes utilizaron la prórroga anunciada como prueba de un supuesto “conejo” que se les estaba haciendo a los colombianos. El argumento, en síntesis es: no debe creerse en las Farc.

Sin embargo, los hechos recientes son una invitación a que el país disminuya la violencia que ha caracterizado los debates alrededor de este tema. En un evento realizado en la zona veredal de Caño Indio, en el departamento de Norte de Santander, con presencia de guerrilleros de las Farc y miembros del componente internacional —liderado por Naciones Unidas— que está verificando el cumplimiento de los acuerdos, se anunció que la guerrilla ya entregó el 30 % de su armamento, el cual se depositó en contenedores bajo supervisión de la ONU. La promesa pactada con el Gobierno es que el 14 de junio se entregará otro 30 % de las armas y el 20 de junio se completará el 40 % restante. Nos repetimos: nunca antes habíamos estado tan cerca de que esta guerrilla no tenga armas. ¿No es esto un motivo de celebración, sin importar la ideología política?

Importantes fueron, además, las palabras de Rodrigo Londoño, Timochenko, al anunciar el cumplimiento de lo pactado. El líder de las Farc dijo: “jamás volveremos a emplear la violencia, nuestra única arma será la palabra. Lo prometimos y lo cumpliremos”. Que haya hechos contundentes que respaldan eso les quita argumentos a quienes insisten en que se trata de una entrega del país a la voluntad de la guerrilla.

Por supuesto, quedan muchas cosas pendientes. La primera, urgente, es que en efecto se cumplan las fechas restantes. No parece haber motivos para más prórrogas. Después vendrá la complicada transición de los guerrilleros a la vida civil, la adaptación de las zonas de reserva veredal, la aplicación de la Jurisdicción Especial para la Paz y el inicio de las actividades políticas del futuro partido de las Farc. Cada uno de esos momentos es un campo minado que, en plena campaña electoral, puede ser aprovechado por los candidatos que quieren alcanzar el poder a costa de un proceso complejo. Parafraseando lo que le dijo el comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, a El Espectador, la coincidencia de la implementación con la campaña es una maldición. Aunque caiga en oídos sordos, no sobra insistirles a los candidatos que ojalá estén a la altura histórica del proceso que está en curso y no jueguen con candela retórica.

Especialmente porque ya es evidente lo que podemos perder. Sin obviar los retos que proponen el narcotráfico y la violencia en algunas regiones, el acuerdo con las Farc ha traído tranquilidad a muchas zonas marginadas del país, históricamente azotadas por la guerra. Tener a Timochenko y compañía combatiendo con palabras, y no con armas, es un triunfo de la democracia; del sueño de una Colombia madura, capaz de no matarse por diferencias políticas. Hace unos años, vernos tan cerca era una idea ridícula y, aun así, las Farc ya entregaron el 30 % de sus armas. Se vale tomarse un momento para celebrarlo.

 

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