El Ministerio de la Igualdad tambalea en el Congreso de la República mientras amenaza con convertirse en el símbolo de uno de los grandes fracasos del Gobierno de Gustavo Petro. A pesar de que la Corte Constitucional le dio dos años de vida para que subsanaran los vicios de trámite que lo formularon, ese tiempo ha estado marcado por los escándalos, la alta rotación de funcionarios, las peleas internas y, por supuesto, por los ataques discriminatorios desde algunos sectores de la oposición. En esencia, el problema es que una propuesta para atacar la desigualdad en el país nació sin un plan claro, con carencias en la ejecución, con desinterés en la Casa de Nariño y con mucha torpeza. Lo dicho: síntesis de los últimos años de gobierno.
El Ministerio de la Igualdad surgió como una propuesta del presidente Petro para reconocer la importancia de dedicar tiempo y recursos a romper los nudos de discriminación. Francia Márquez, la vicepresidenta, fue nombrada ministra entre bombos y platillos, mientras que el proyecto progresista del mandatario sacó pecho con una entidad que se vendía como histórica. Sin embargo, la luna de miel duró poco. Márquez se chocó con la falta de ejecución, el exceso de viceministerios fue acompañado por una puerta giratoria de nombramientos y escándalos, la misma vicepresidenta terminó renunciando acusando al gobierno de racismo y hoy el Ministerio no tiene rumbo fijo.
Cuando estudió el procedimiento de su creación, la Corte Constitucional concluyó unánimemente que se cometieron errores de trámite, especialmente porque faltaba un análisis del impacto fiscal. Sin embargo, el alto tribunal, en un gesto inusual pero que reconoció la importancia del Ministerio, le dio dos años al Gobierno para pasar un nuevo proyecto que subsanara el error. En cambio, lo que ocurrió fue una seguidilla de escándalos y frustraciones. Ahora, en la última semana de la legislatura, el Ministerio de la Igualdad puede desaparecer, con muchos congresistas expresando justa desconfianza ante los objetivos de la entidad.
El problema no sólo fue la ausencia de voluntad política en el Gobierno, sino una falla estructural en el diseño. Desde el principio, las funciones del Ministerio entraron en contradicción con, por ejemplo, el Departamento Administrativo de la Presidencia y una parte del Ministerio del Interior. Al no definir de qué hablamos cuando hablamos de igualdad, al no asignar funciones claras y mucho menos recursos ambiciosos, la cartera se creó con pocas probabilidades de éxito. Colombia sí necesita atender la desigualdad, pero no basta con un discurso y un gesto grandilocuente como la creación de un Ministerio. Si el Congreso le da una segunda oportunidad al Ministerio, será labor del próximo gobierno, sea el que sea, revaluar sus propósitos y establecer metas claras. La administración Petro se conformó con hacer ruido y sumergirse en una asfixiante ineficacia.
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