El escándalo del Ministerio de Defensa merece explicaciones claras y reflexiones mesuradas. Sin embargo, fiel a su estilo combativo, que es muy poco productivo, el ministro Diego Molano prefirió atacar, descalificar y polarizar. No deja de ser incoherente que, para restarles mérito a denuncias de estigmatización a opositores, el líder de la cartera de Defensa responda con estigmatizaciones nuevas. Eso no contesta las preguntas de fondo que deja el caso. ¿Por qué construir un ataque falso se consideró acertado para hacer pedagogía? ¿Por qué hay un Puesto de Mando Unificado contra ciberataques que parece estar concentrado en vigilar los discursos en redes sociales? ¿Cómo evitamos que esto se convierta en un punto más de tensión entre la ciudadanía y las autoridades?
La denuncia la hizo la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), cuyas investigaciones hicieron varios hallazgos importantes: se contrató una campaña de publicidad por $900 millones para mejorar la presencia virtual del Ministerio y de la fuerza pública. Eso llevó a que, durante el paro nacional, las cuentas de redes sociales de entidades como la Policía dijeran que estaban bajo un ciberataque. A la par, se lanzó una campaña para señalar noticias falsas. Adicionalmente, el Ministerio coordinó la creación de un Puesto de Mando Unificado (PMU-Ciber) para combatir el cibercrimen. Sobre esto, a la FLIP le preocupa que “no son claras las funciones ni responsabilidades que tiene a su cargo cada institución que hace parte del PMU-Ciber. Tampoco, qué información personal o sensible conservan y transfieren, ni cuál es el procedimiento que llevan a cabo para identificar y verificar los contenidos que terminan siendo insumo para investigaciones penales o disciplinarias”.
Sobre la campaña falsa, es cierto que en su momento el Ministerio de Defensa dijo que se trataba de una campaña. Sin embargo, no deja de ser extraño que se utilice una noticia falsa para combatir la desinformación. Muchas personas se quedaron con la idea del ataque y eso, sin duda, fomentó la estigmatización. La “pedagogía” no puede hacerse con ataques impostados en medio de un país en tensión.
Lamentablemente, la respuesta del ministro Molano fue estigmatizar. “Hoy muchos intentan hacer política y hacer ver una mentira como si fuera una realidad”, dijo, para luego agregar: “Algunos pretenden desinformar a la ciudadanía y crear pánico y caos”. ¿Por qué responder de esa manera a un informe de una organización con larga historia de aportes críticos al debate público? ¿Por qué no abrir la puerta a una reflexión más profunda sobre el actuar del Ministerio y de las autoridades? Cuando todo se entiende en la lógica del “enemigo”, es fácil caer en dinámicas muy poco útiles para el país.
El ciberpatrullaje es un ámbito que merece debate. Existen amenazas a las instituciones y a la democracia en el ámbito virtual. Otros países claro que buscan influir en elecciones ajenas. Facebook, por ejemplo, acaba de cerrar una granja de troles cibernéticos auspiciados por la dictadura nicaragüense. Creer que en Colombia eso no ocurre sería ingenuo. Pero como todo está mediado por la libertad de expresión, sí es importante tener más claridad sobre qué tipo de discursos están vigilando las autoridades. Ahora que el debate público es virtual, la Constitución y sus protecciones se deben llevar a ese ámbito. Sobre eso sí que falta pedagogía.
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