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Se marcha hoy para celebrar el orgullo LGBTI en un contexto paradójico para el caso de Colombia. Por un lado, el avance en las protecciones constitucionales ha situado al país en la vanguardia mundial en el tema. Pero, por el otro, ese mismo progreso ha generado que varios líderes políticos aprovechen la eficiencia retórica del odio como herramienta para construir sus caudales electorales. Falta mucho, en el aspecto cultural, para que podamos decir con tranquilidad que la diversidad es reconocida y protegida como es debido en nuestro país.
Empecemos por las buenas noticias. Gracias a decisiones valientes y contundentes de la Corte Constitucional, Colombia permite que parejas del mismo sexo formalicen sus uniones maritales de hecho o contraigan matrimonio. Eso, más allá del potente componente simbólico que conlleva, tiene efectos prácticos que han cambiado para bien la vida de colombianos que antes eran invisibles para el ordenamiento jurídico. Compartir seguro médico y tener derecho a la pensión de sobreviviente son sólo dos medidas que evitan empeorar situaciones que son de por sí complicadas, sin entrar en el prejuicio. También, el alto tribunal reconoció lo obvio (que las familias colombianas son diversas) al aprobar la adopción igualitaria. Y en varias decisiones se han expandido las protecciones contra la discriminación por orientación sexual o identidad de género.
No ha sido un proceso sencillo. La misma Corte Constitucional tiene en su jurisprudencia decisiones lamentables que siguen pesando, y otras instituciones estatales han sido, en el mejor de los casos, tímidas en su actuar sobre el tema, y en el peor, perversas, como la Procuraduría de Alejandro Ordóñez que se convirtió en verdugo de los colombianos LGBTI y de sus derechos. Aun así, Colombia es ejemplo mundial en el reconocimiento de derechos. Como referencia de cuán avanzados estamos, un dato: este año Taiwán se convirtió en el único país asiático que reconoce el matrimonio igualitario. El prejuicio todavía predomina en muchos espacios del mundo.
Y por ese camino vienen las malas noticias. Porque aquí no estamos lejos de perder lo que se ha logrado. Cada una de las decisiones de la Corte Constitucional ha causado una reacción en los movimientos religiosos que radicalizan su posición con el paso del tiempo. Por ejemplo, el revés de la senadora Viviane Morales en el Congreso, con su referendo que pretendía anular la adopción igualitaria, seguramente llevará a que el tema sea central en las próximas elecciones parlamentarias y presidenciales. La existencia de una porción del electorado disciplinada y apasionada por estos asuntos es un incentivo ineludible para algunos políticos que quieren posicionarse como los adalides de la moral, escondiendo el hecho de que quieren arrebatarles derechos a colombianos. Lo que se ha dicho recientemente, y lo que se dirá en los próximos meses, seguirá tristemente fomentando un ambiente hostil en Colombia para cualquier persona que tenga una orientación sexual o identidad de género diversa. Está por verse, además, si la nueva Corte Constitucional continuará protegiendo a esta población o sucumbirá a las presiones de los sectores conservadores.
Es infortunado que el debate en Colombia se dé en términos tan bajos porque este tema plantea preguntas que merecen consideraciones complejas y debates transparentes. Por ejemplo, el ridículo escándalo por las cartillas del Ministerio de Educación nos distrajo de la pregunta esencial: ¿cómo educar para que casos trágicos como el de Sergio Urrego no se repitan, para que los niños colombianos no tengan que sufrir en silencio la angustia que produce la discriminación ejercida por aquellos que sólo han sido enseñados a responder a la diferencia con violencia? Y eso sin hablar de la población trans, con la que la sociedad colombiana tiene una deuda histórica que no parece tener solución pronto.
El país tiene que comprometerse con el respeto y la igualdad, estar a la altura de las promesas de la Constitución. No sólo porque es lo correcto, sino porque las sociedades se desarrollan mejor cuando sus ciudadanos no están amordazados. En este día celebramos todos los aportes que las personas LGBTI le dan a Colombia y nos unimos a su manifestación. Ante las fuerzas que se sentirían cómodas fingiendo que la diversidad no existe, la única respuesta es el orgullo.
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