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Recogiendo la iniciativa de la liberada Íngrid Betancourt, los medios de comunicación, liderados por Darío Arizmendi, de Caracol Radio, y organizaciones como la Fundación País Libre, la Red Nacional de Iniciativas Ciudadanas por la Paz y contra la Guerra Redepaz y varias más, nos unimos bajo el lema “Todos Unidos por la Vida y la Libertad” para no desfallecer en nuestras voces de apoyo a la tragedia que viven los secuestrados y sus familias.
No faltan, nunca faltan, quienes se preguntan para qué salir a marchar. Tampoco quienes encuentran extraño convocar a una manifestación más para exigir el retorno de los secuestrados, precisamente cuando se revelan aterradoras prácticas en nuestra Fuerza Pública para ejecutar ciudadanos y generar falsos positivos. Hablan ellos de una preponderancia más bien injusta de la sociedad en el rechazo de un crimen como el secuestro en desmedro de otros tan horripilantes como éste, que también pululan en el país pero son menos visibles. Y razón no les falta a quienes así piensan.
Sin embargo, la marcha de hoy es una protesta diferente a las multitudinarias que ha habido durante todo este año. Si la del 4 de febrero estaba signada por el hastío con la barbarie de las Farc, la del 6 de marzo ponía a prueba la coherencia de la sociedad para rechazar la violencia en general sin distinguir entre victimarios malos y otros no tanto, y la del 20 de julio quería demostrar que la alegría por el regreso a casa de unos cuantos en la espléndida ‘Operación Jaque’ no nos impedía recordar que en la selva aún quedaban muchos, demasiados, la cita de este mediodía tiene el propósito tan sencillo pero tan significativo de demostrar que la solidaridad con el dolor de los secuestrados no cesa en las fiestas de fin de año que nos aprestamos a disfrutar. Porque nosotros sí podemos y ellos no.
No es poca cosa el significado de una marcha en vísperas de la Navidad y el Año Nuevo. Los testimonios de los liberados o fugados han coincidido todos en lo especialmente difícil que les resultan allá en la selva, alejados de los suyos, estos días propios para el florecimiento emocional y el recogimiento familiar. Es la época cuando allá en la manigua la depresión aumenta y las defensas se bajan, abriéndoles el paso a las enfermedades. Es apenas lógico. La soledad y la impotencia se hacen más palpables mientras se siente al país celebrando y compartiendo con su círculo más íntimo. Lanzarles un abrazo solidario en este momento puede ser incluso más significativo que en aquellos otros momentos que quedaron ya para la historia.
¿Que es ya la tercera marcha en un año contra el secuestro y apenas una contra otros crímenes y otros victimarios? Sí, es verdad, pero no alcanza a ser razón suficiente para no salir a marchar para exigir la libertad de los secuestrados hoy. De hecho, la convocatoria es por “la vida y la libertad”, para que el mensaje de solidaridad incluya también a las familias de los desaparecidos, para quienes esta época es igualmente dura y desgarradora. El rechazo a la violencia no puede tener grados ni distingos: cuando se protesta por uno o dos actos abominables, como hoy lo haremos por el secuestro y las desapariciones, se está clamando por el final de la barbarie que nos carcome.
Ojalá, pues, que por unos minutos salgamos a las 12 del mediodía hoy a la calle en las rutas señaladas, para llevarles este saludo de acompañamiento decembrino a quienes más sufren por estas fechas. Quedarse en las explicaciones fútiles no es más que darles la espalda a quienes más directamente están sufriendo la crudeza de nuestro conflicto.