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Prevalece la institucionalidad en Perú

09 de diciembre de 2022 - 05:00 a. m.
La situación de gobernanza no será fácil para la nueva mandataria, Dina Boluarte.
La situación de gobernanza no será fácil para la nueva mandataria, Dina Boluarte.
Foto: EFE - Paolo Aguilar

La última crisis política en Perú, que se inició con el intento de autogolpe de Estado del ahora expresidente Pedro Castillo, concluyó pocas horas después al ser retirado de su cargo por el Congreso. En su reemplazo fue nombrada Dina Boluarte, quien era la vicepresidenta y ahora se convirtió en la primera mujer mandataria de ese país, aunque en circuncunstancias menos que ideales.

La actuación de Castillo es indefendible. Intentó cerrar el Congreso, modificar a su antojo la Rama Judicial y convocó a las Fuerzas Armadas para que apoyaran su autogolpe de Estado. En contraste, la ahora presidenta Boluarte formuló un urgente llamado a la unidad nacional y a mantener la institucionalidad.

La situación de gobernanza no será fácil para la nueva mandataria. En su discurso de posesión, con gran realismo político, dijo ser “consciente de la enorme responsabilidad que me toca, mi primera invocación, como no podía ser de otra manera, es convocar a la más amplia unidad de todas y todos los peruanos. Señores, conversar, dialogar, cómo ponernos de acuerdo (es) algo tan sencillo como tan impracticable en los últimos meses”. El ambiente de polarización extrema y la gran fragmentación de partidos y movimientos que llegaron al Congreso hacen muy difícil contar con mayorías estables, así como las figuras de la vacancia o de moción de censura, contra el presidente y sus ministros, han generado un grave problema de gobernabilidad nada fácil de enmendar.

Para que Boluarte pueda concluir el período presidencial en 2026 debe obrar con gran habilidad política, que no se le conoce, que le permita maniobrar con certeza y garantizar una mayoría parlamentaria estable. Hasta hace un par de semanas había sido fiel defensora del destituido presidente frente a las acusaciones de corrupción y los dos intentos fallidos de vacancia. A comienzos de este año, además, fue expulsada del partido Perú Libre, con el cual llegó a la Vicepresidencia, ante peticiones de puestos por parte de Vladimir Cerrón, presidente del partido de gobierno. En ese momento indicó que ella nunca había abrazado “su ideario ... siempre he sido de izquierda y seguiré siéndolo, pero de una izquierda democrática y no totalitaria”. De momento una de las mayores opositoras al gobierno, la derrotada candidata Keiko Fujimori, le expresó su apoyo.

La inestabilidad que vive el país desde hace varios años obedece a causas profundas, como el gran malestar existente con la clase política tradicional, el descontento con la situación de impunidad frente a la corrupción y un sistema democrático que hace agua por todos lados. No es fortuito que en los últimos cuatro años se hayan presentado tres cambios presidenciales debido a las profundas crisis presentadas. En 2018, renunció como primer mandatario Pedro Pablo Kuczynski para que su primer vicepresidente, Martín Vizcarra, lo reemplazara. Dos años y medio después, a finales de 2020, este último también se vio obligado a dejar el cargo y terminó el período el entonces presidente del Congreso, Francisco Sagasti. De allí que la llegada de Pedro Castillo a la Presidencia, sin mayor experiencia política y con un perfil populista, hubiera calado como rechazo a la clase política tradicional. Sin embargo, luego de haber tenido más de 80 ministros durante el año y medio de su gobierno, terminó como un autócrata atentando contra la Constitución, con investigaciones por delitos políticos y delitos comunes, que le pueden acarrear varios años de cárcel. En ese marco es extraña la lectura de los hechos que realizó el presidente colombiano, Gustavo Petro, quien dijo que Castillo “se dejó llevar a un suicidio político y democrático”, y pidió la intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Hubiese sido suficiente, como defensor de la institucionalidad en la región, su comentario de que “la antidemocracia no se combate con antidemocracia”.

Es de esperar que, en medio de tanta incertidumbre, la mayoría de los partidos y movimientos políticos peruanos permitan un gran acuerdo nacional que logre un clima de convivencia que saque al país del atolladero en que se encuentra. De lo contrario, la inestabilidad y los cambios abruptos de presidente continuarán siendo la constante.

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