Volvemos y volvemos al problema que será definitorio de la alcaldía de Claudia López en Bogotá: la incapacidad del Distrito de responder a una inseguridad desbordada. Ese es el trasfondo de las discusiones airadas que causó la prohibición del parrillero anunciada por la administración distrital y que continuará cuando la medida se muestre insuficiente para detener un problema estructural que no tiene solución a la vista. Es clave que la Secretaría de Seguridad le rinda cuentas en los próximos meses a la ciudadanía sobre cuáles fueron los efectos de la limitación que finalmente se pactó.
El debate sobre la prohibición del parrillero toca directamente la libertad de las personas. Para muchos ciudadanos, transportarse en moto es una necesidad esencial para cumplir con sus trabajos, con sus urgencias y para disfrutar el resto de sus derechos. Por eso, cada vez que una alcaldía sale a prohibir los parrilleros, en la práctica lo que están haciendo es reduciendo la libertad de transportarse por la ciudad a familias, parejas y amigos. Entonces, un debate sobre cualquier tipo de vulneración de la autonomía por parte del Estado tiene que estar mediado por un análisis de proporcionalidad: ¿qué ganamos como sociedad con la prohibición? ¿Se justifica entonces el sacrificio?
La alcaldesa López vio de primera mano la importancia de las motos para las personas esta semana. Las protestas de las agrupaciones de moteros y los reclamos de miembros de la sociedad civil enviaron un mensaje claro al Distrito: no pueden hacerse prohibiciones indiscriminadas, lesivas de la libertad y que no tengan en cuenta las razones por las que la gente necesita llevar parrilleros.
Se le debe reconocer a la Alcaldía su disposición al diálogo. Después de negociaciones, la alcaldesa López dijo que agradece “a todos los motociclistas de la ciudad, comerciantes, ciudadanos, familias y a todos los bogotanos que son conscientes de que con unión y solidaridad nos cuidamos todos y salimos adelante de cualquier dificultad”. Eso significa que la prohibición del parrillero irá entre 7 p.m. y 4 a.m. de los jueves y viernes, con varias excepciones: no aplica para mujeres, personas con discapacidad, personas que trabajen en servicios de emergencia y otros similares. Es decir, una limitación a la libertad que no es tan prohibitiva como se pensó en un principio.
Lo que está por verse es si la decisión tendrá los efectos que esperan en el Palacio Liévano. Según el Distrito, los delitos de alto impacto cometidos en motos pasaron del 6,1 % en 2019 al 9,2 % en 2022. El 11 % de los hurtos a personas fueron cometidos por un conductor o un parrillero de una moto. ¿Veremos en estos meses una reducción de esas cifras?
La Alcaldía también anunció las medidas de siempre: más presencia de la fuerza pública en toda la ciudad y un reforzamiento a las labores de inteligencia. Pero la crisis económica y la creciente influencia de bandas dentro de la capital hacen que el problema de la inseguridad tenga raíces profundas. Eso es quizá lo frustrante del debate sobre el parrillero: se queda buscando la fiebre en las sábanas.
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