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Que la función continúe

PESE A LOS INSULTOS Y LAS DESTEMpladas declaraciones de más de un interesado, la junta directiva del Teatro Nacional reaccionó a tiempo ante el clamor de algunos actores preocupados por el futuro del Festival Iberoamericano de Teatro y Ana Marta de Pizarro, antropóloga de la Universidad Nacional, fue escogida como nueva directora.

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El Espectador
02 de febrero de 2009 - 12:29 a. m.
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Seis meses después de acaecida la muerte de Fanny Mikey, los miembros de la junta directiva, compuesta por Gustavo Vasco, Jaime Castro, Luis Guillermo Soto, William Cruz, Juan Antonio Pungiluppi, Ana Milena Muñoz y Jorge Alí Triana, le entregaron el futuro del mítico Festival a quien fue durante más de 15 años su mano derecha. Ana Marta, quien dejó en 1994 la dirección del teatro Jorge Eliécer Gaitán para vincularse a la Fundación Teatro Nacional como asistente de Fanny Mikey, fue escogida después de que el ex ministro de Cultura Ramiro Osorio rechazó el cargo, y por encima de otras candidatas como María Emma Mejía, Elvira Cuervo y Ángela Montoya.

La decisión no estuvo exenta de polémicas y desde ya hay quienes no gustan de la nueva dirección. El trasfondo del debate, más allá de los estridentes insultos con que fuimos advertidos, en la radio y en la prensa, de lo polarizadas que estaban las opiniones, está estrechamente ligado a la posibilidad de encontrarle un reemplazo a Fanny Mikey y a la disyuntiva entre si es preciso personalizar el futuro del Festival o, por el contrario, conviene confiar en que su buen desempeño dependerá de su dimensión institucional.

La propia Pizarro le dijo a El Espectador que Fanny Mikey, aparte de exigir que la enterraran en un cajón judío, le hicieran una fiesta con Joe Arroyo y la cremaran, no dejó nada organizado para el día de su muerte. Y no lo hizo, puede pensarse, porque sabía que tantos años de esfuerzos por construir un capital humano digno de reconocimiento, garantizarían el futuro del Festival. Por lo demás, pensar en reemplazar a Fanny Mikey en sus cualidades humanas no pasa de ser un feliz y utópico pensamiento. Como Mikey, se dijo en todos los tonos justo después de su muerte, no habrá dos.

Pero tenemos a Ana Marta Pizarro, compañera de largas travesuras, ficha clave y mucho más que una asistente, quien con seguridad habrá de estar a la altura de su nuevo cargo. La premura estaba en elegir, cuanto antes, una gestora cultural conocedora del mundillo del teatro y las redes que lo gobiernan, que ante la cercanía del próximo festival, y dado que las agendas de los artistas y compañías precisan confirmaciones con bastante tiempo de anticipación, pudiese emprender las tareas requeridas para llevar a feliz término el siguiente evento en el que, además, se conmemorará la muerte de su creadora.

Lo que no quiere decir, y no le falta razón en ello a Gustavo Vasco, principal detractor de la elección de Pizarro, responsable estatuario de la Dirección General y presidente de las juntas directivas de la Fundación Teatro Nacional y el Festival Iberoamericano de Teatro, que a futuro este último no deba contar, de una buena vez por todas, con un equipo de trabajo y unas normas de funcionamiento que no dependan exclusivamente de la persona que tome las riendas. Si bien es cierto que el mundo del arte precisa de una serie de negociaciones, muchas informales, que escapan al mundo empresarial, otros festivales igualmente importantes han sabido posicionar sus nombres en el mercado internacional para permanecer en el tiempo.

El fantasma del reputado Festival de Teatro de Caracas, que tras la muerte en 1993 de su gestor, Carlos Gutiérrez, entró en un limbo institucional hasta desaparecer, en 2007, debe ser referencia obligada de lo que puede ocurrir en adelante si las diferencias entre las directivas y la demora en la toma de decisiones se imponen. El Festival, en este punto, nos pertenece a todos. La función, como lo querría Fanny Mikey, debe continuar.

Por El Espectador

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