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El Congreso arrancó período legislativo un mes antes de lo habitual, gracias a una reforma que busca que no pensemos tanto en sus sueldos exorbitantes, pero de lo que se habla es de cuotas burocráticas. A pesar de que sobre la mesa hay reformas ambiciosas que merecen debates sesudos y responsables, la atención de los congresistas está dividida entre la Casa de Nariño, donde se esperan cambios de gabinete para garantizar la “gobernabilidad”, y los propios partidos políticos, que están en vísperas de elecciones internas. De poco servirá el tiempo adicional para sesionar si las únicas consideraciones son de carácter politiquero. Este 2024 es un año determinante para la democracia colombiana y la Rama Legislativa debe estar a la altura.
Lamentarse por la repartija burocrática es pecar de inocencia, lo sabemos. Así es como los gobiernos se acostumbraron a negociar con el Congreso y es la manera más eficiente de formar coaliciones. Sin embargo, hay dos relatos que están andando que deben llamar la atención de todos los involucrados. El primero es la clara intención de la administración de Gustavo Petro de romper con las bancadas y transar directamente con cada congresista. ¿Es así como desean que se hagan los diálogos de ahora en adelante? ¿Se terminarán de debilitar definitivamente los partidos? La segunda pregunta es sobre el contenido propio de las reformas. Cuando hay propuestas tan ambiciosas y estructurales en temas esenciales para el país, ¿no sería útil, también por legitimidad democrática, que los debates se den de manera pública y que el objetivo sea construir consensos?
Son cuatro las reformas que van a concentrar la atención del Congreso. La de la salud, con un ministro del ramo cada vez más combativo, se seguirá llevando los reflectores después de haber sobrevivido dos debates. En el marco de la crisis de financiación de las EPS, ¿cuál será la actitud del Congreso? ¿Veremos, de nuevo, pupitrazos? ¿Seguirá el Gobierno sin ceder para buscar consensos? La pensional se perfila como una opción de punto de encuentro entre los partidos tradicionales y el Pacto Histórico, una oportunidad de trabajar juntos para aprobar un buen proyecto. La laboral, en cambio, parece no tener ambiente, mientras que la propuesta de reforma educativa merece más atención de la que ha recibido, pues el Ministerio de Educación lleva un trabajo de construcción juicioso con todos los actores del sector. (La anunciada reforma tributaria es un interrogante abierto).
Este año va a definir el legado de la presidencia de Gustavo Petro y también debe demostrar para qué sirvió tener un Congreso compuesto de manera tan diversa. Si lo que nos queda únicamente son peleas rastreras e intercambio de favores, habrá sido una oportunidad perdida. En cambio, si hay debates útiles sobre las reformas e incluso se llega a acuerdos beneficiosos para el país, la Rama Legislativa puede empezar a recuperar su imagen frente a los colombianos. Que el tiempo adicional de trabajo se vea en resultados y calidad de las discusiones.
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