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Estos datos suscitaron un extraño debate sobre el estado de la economía colombiana. El Ministro de Hacienda señaló que ésta no había entrado en recesión, pues no cayó consecutivamente durante dos o más trimestres. Varios analistas señalaron que el cuadro clínico de la economía (desaceleración significativa y prolongada, aumento del desempleo, desplome de la industria, caída del recaudo, etc.) corresponde claramente a una recesión.
La discusión es bizantina. Los economistas no tienen una definición precisa de recesión. Y por lo tanto su declaratoria obedece usualmente a un análisis cuidadoso del comportamiento de muchas variables, no de una sola. En la crisis actual, la economía de los Estados Unidos fue declarada en recesión mucho antes de que cayera consecutivamente durante dos trimestres. El Ministro está usando un argumento que desconoce la evolución reciente de la economía colombiana. Y desafortunadamente está desviando el debate de lo sustantivo a lo estadístico.
En cuanto a lo sustantivo, es preciso reconocer el buen comportamiento relativo de la economía colombiana. Ésta seguramente no crecerá este año. O si lo hace, lo hará a una tasa insignificante. Pero la región latinoamericana como un todo decrecerá aproximadamente 2% en 2009. La economía mexicana caerá 5% en el mejor de los casos. La brasileña, a pesar de la fortaleza de su mercado interno, apenas logrará crecer exiguamente. Sólo la peruana tendrá un crecimiento robusto. La crisis ha afectado a toda la región. Pero Colombia claramente no ha sido uno de los países más afectados.
Sin embargo, ha tenido dos efectos preocupantes: ha exacerbado el problema del empleo y ha revivido el problema fiscal. En las 13 principales áreas metropolitanas del país la tasa de desempleo ha aumentado casi dos puntos porcentuales. El desempleo de jefes de hogar está creciendo aceleradamente. La destrucción de empleos formales es dramática. Algunas ciudades (Ibagué, Pereira, Medellín, entre otras) tienen tasas de desempleo cercanas al 20%.
En el frente fiscal, el mismo Gobierno ha pronosticado una caída en el recaudo cercana a los dos billones de pesos para el año entrante. Ya anunció públicamente el congelamiento de algunos gastos y el recorte (o las dificultades de financiamiento) de otros, entre los que se cuentan los subsidios a las tarifas de energía eléctrica y varios proyectos de infraestructura. Desde una perspectiva de mediano plazo, el desequilibrio fiscal luce preocupante como consecuencia de la inercia de los gastos y la caída de los ingresos, producto no sólo de la recesión, sino también de los descuentos y regalos tributarios.
Con todo, el Ministro de Hacienda, en lugar de centrar su atención en la discución de las cifras, debería estar ocupado en proponer soluciones para dos problemas estructurales de la economía colombiana, el del empleo y el fiscal, que se han agravado durante la crisis en medio de la mirada indiferente del Gobierno.