La convención del Partido Demócrata en Estados Unidos, que tuvo lugar la semana anterior en Chicago, ha hecho renacer la esperanza para su electorado, tras la nominación de la actual vicepresidenta, Kamala Harris, a la presidencia. A dos meses y medio de unas elecciones, que un mes atrás parecían decididas a favor del expresidente Donald Trump, comienza la recta final de una contienda en la cual Harris ha logrado equilibrar, e incluso sobrepasar, a su contendor. Como lo advirtió la senadora Nancy Pelosi, nada se ha ganado aún y el actual entusiasmo debe empeñarse en lograr un triunfo no solo en la Casa Blanca, sino en el Senado y la Cámara.
Harris, que se ha montado en la cresta de la ola de entusiasmo que recorre las filas demócratas, logró transmitir un mensaje de unidad, en el que ha prevalecido su condición de mujer, afroamericana, hija de inmigrantes, que hizo posible el sueño americano como eficiente fiscal de California y ahora representa una esperanza. El lema de no volver atrás, frente al temor de regresar al cuatrienio de Donald Trump, y lo que sería una profundización de su populismo autoritario, ha calado en el electorado. Según las encuestas recientes, los demócratas no solo remontaron la ventaja que el expresidente tenía sobre Joe Biden, sino que lo han pasado con cerca de un 1,7 %. Algo similar sucede en los llamados “swing states”, estados péndulo, que son los que finalmente definirán quien gane la presidencia.
Kamala Harris, que ahora brilla con luz propia, había tenido durante los tres años y medio de gobierno de Joe Biden un papel gris, sin responsabilidades significativas. Al inicio de la administración se le delegó un papel vinculado al manejo de la crisis migratoria que viene afrontando el país del norte. La falta de resultados positivos en ese campo no cayó directamente sobre ella, aunque Trump ha dicho que ella era la zarina de la migración, y que los problemas que se vienen enfrentando en la frontera sur del país son parte de su incapacidad para resolverlos. La fuerza que ha demostrado en las semanas previas, pero, muy especialmente en su intervención ante la Convención para aceptar la nominación de su partido, han logrado no solo devolverle la confianza a su colectividad, sino que han descolocado a su contendor. Trump, acostumbrado a atacar y descalificar a cualquiera que se le enfrente, sin contar con argumentos de fondo para controvertir, se encuentra desubicado sobre cómo abordar a su contrincante.
En estos 75 días cruciales, en los cuales habrá un debate televisivo entre Kamala Harris y Donald Trump, se tendrán que exponer los aspectos programáticos más significativos de cada una de las campañas. Harris no ha concedido hasta el momento ninguna entrevista en la cual deba responder a temas de fondo sobre sus propuestas, en especial en materia económica, de inmigración y otros aspectos que son de especial interés para los votantes. El expresidente Trump tendrá a su vez que enfocarse más en cuáles son las propuestas concretas de su aspiración presidencial y cuál es la forma en que espera llevarlas a cabo. De otro lado, mientras la fórmula vicepresidencial demócrata, el gobernador Tim Walz, ha logrado sintonizar muy bien con las bases de su partido y, a nivel general, no se puede decir lo mismo del candidato republicano, J. D. Vance, quien se ha equivocado de manera grave con sus ataques a Harris por ser mujer.
Harris tiene en sus manos la posibilidad de ser la primera mujer presidenta de Estados Unidos. Tiene la inteligencia, el carisma y la firmeza para desempeñar el cargo más importante en su país y del mundo. Como hecho paradójico, podrá utilizar su experiencia como exfiscal para enfrentarse a quien ya ha sido condenado por la comisión de 34 cargos. Además, ella posee la capacidad para llevar el país hacia delante, sin permitir un peligroso retroceso que implicaría el retorno de Trump a la Casa Blanca.
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