Relatos salvajes

La indiganción e incertidumbre que hay en Argentina tras conocerse la muerte del fiscal Alberto Nisman, quien había formulado pocos días atrás unas muy graves acusaciones contra la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, y su canciller, Héctor Timerman, parecen sacadas de una película de ficción.

El Espectador
20 de enero de 2015 - 11:21 p. m.

La gravedad del hecho amerita una investigación muy a fondo, así como la garantía de que la misma se hará de manera independiente. Urgen tanto la celeridad como la transparencia en las conclusiones a las que se llegue frente a las muchas preguntas que existen.

Nisman había sido nombrado hace ocho años por el entonces presidente Néstor Kirchner para investigar el atroz atentado en Buenos Aires contra la Asociación Mutual Israelita Argentina, AMIA, en el cual murieron 85 personas y más de 300 resultaron heridas. La semana anterior el fiscal interrumpió unas vacaciones familiares en Europa y regresó de improviso a su país para dar a conocer una explosiva información: tanto la presidenta Fernández como Timerman habrían hecho en 2013 un pacto con Irán para recibir apoyo económico a cambio de encubrir a los responsables de la bomba en la AMIA. Ante el terremoto político causado con sus aseveraciones, Alberto Nisman fue citado para que acudiera el lunes pasado al Congreso a explicar sus acusaciones. Justo ese día, en la mañana, descubrieron su cadáver en el suelo del apartamento con un disparo en la sien y una pistola al lado.

De inmediato comenzaron las especulaciones de todo tipo. Como era obvio, los dedos acusadores apuntaron hacia la presidenta Fernández. Desde Casa Rosada, a través de un vocero, se solicitó una investigación inmediata, se lamentó el hecho, pero se inclinaron por la hipótesis del suicidio. La propia presidenta dio a conocer una carta en las redes sociales, no por televisión, como hubiera sido lo esperado, en la cual plantea una serie de interrogantes sobre Nisman. ¿Por qué regresó antes de tiempo de sus vacaciones? ¿Cuál era su real intención, o la de quienes lo motivaron, al formular las acusaciones que la colocan en la picota?

Todo esto, dice ella, justo en año electoral, apuntando a una intencionalidad para hacer daño al Gobierno. Fernández desestima toda validez de lo dicho por Nisman y en especial señala el hecho de que el canciller Timerman, quien negoció con los iraníes, es miembro de la comunidad judía.

Desde que comenzaron las investigaciones, el fiscal señaló la directa responsabilidad de Irán. De igual manera se ha mencionado la colaboración de ciudadanos argentinos, tanto de funcionarios policiales como miembros del gobierno del entonces presidente Carlos Menem. A medida que las pesquisas fueron avanzando, se judicializó y ordenó la captura internacional de ocho ciudadanos iraníes, entre ellos el expresidente Alí Rafsanjani. Sin embargo, todo cambió tras el timonazo dado por el Gobierno con la firma del mencionado pacto de 2013. El mismo estableció la creación de una comisión de la verdad con la cooperación de Teherán. Luego de dos años, la comisión no se ha constituido y la investigación se encontraba durmiendo el sueño de los justos. Todo hasta que el hoy fallecido fiscal decidió patear el tablero y comparecer ante los medios de comunicación.

Como suele suceder en estos casos, donde hay tanto en juego y son muchos los que aspiran a pescar en río revuelto, la prudencia es la mejor consejera. Hay que permitir que las autoridades judiciales lleven a cabo una profunda investigación. Al mismo tiempo, que la información y las pruebas recopiladas por Nisman continúen el trámite judicial iniciado por el fallecido fiscal. A quien más le interesa el total esclarecimiento de los hechos es a la ocupante de la Casa Rosada. Así las cosas, es de esperar que haya una pronta y convincente respuesta ante este doloroso hecho. 

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