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El oficio periodístico que supuso el proyecto no logró opacar su capital político ni sus ansias de llegar nuevamente a lo más alto de la cima del poder. Por esto, dos años después de que Lleras volviera a la Presidencia de la República en 1958, la revista se cerró, acaso ya definitivamente. Olvidada, probablemente, por gran parte de la opinión pública del país.
Sin embargo, la idea de revivirla se mantuvo intacta en la mente de un hombre. La persistencia, la terquedad y la obstinación lo acompañaron durante mucho tiempo y se convirtieron en el insumo necesario para darle vida, de nuevo, a la extinta revista.
Esta persona nunca ejerció el periodismo en propiedad, pero tenía las ideas muy claras en su cabeza: la vocación independiente, las notas periodísticas sin firma, la información más allá de la noticia. Su nombre: Felipe López Caballero. Hijo del expresidente —y esto no sobra mencionarlo— Alfonso López Michelsen: es decir, alguien relacionado desde la cuna con el poder y su ejercicio. Alguien, en apariencia, impensable para fundar una revista de periodismo independiente. El tiempo ha demostrado que a veces las predicciones más lógicas (y pesimistas) están equivocadas.
López Caballero reunió hace 30 años a un grupo de personas en una casucha casi en ruinas, para darle unos choques eléctricos al proyecto de Alberto Lleras y así revivirlo de cara a las elecciones que se avecinaban para el año de 1982. En ellas su padre se jugaba un puesto en la Presidencia.
El paciente en coma, en medio de la incredulidad que López generaba y con el peso de López Michelsen de candidato, abrió los ojos, respirando, viviendo otra vez entre la prensa escrita. La revista Semana vio la luz del sol el 11 de mayo de 1982, mostrando en portada a un encapuchado de ojos negros encendidos de odio, dándole contenido visual a un informe sobre terrorismo que habían hecho Plinio Apuleyo Mendoza y Carlos Mauricio Vega. El título de portada: “Terrorismo: ¿qué hay detrás?”. En esa primera edición, de 100 páginas, se introdujo también una nota sobre las elecciones que venían y una entrevista, nada menos, que al escritor argentino Julio Cortázar sobre el conflicto por las islas Malvinas. Un éxito rotundo.
Semana llegaría y se instalaría dentro de aquellos medios que defienden un periodismo más digno. De ahí en adelante, la revista estaría en los ojos colombianos, dando sus peleas y sus denuncias, proyectando un periodismo de opinión con plumas exquisitas, brindando investigaciones completas que no desmerecen los premios nacionales e internacionales que ha ganado durante los últimos 30 años. Semana es una colega invaluable dentro de este duro oficio de hacer un periodismo independiente y libre.
Es por eso que hoy celebramos la existencia de nuestros colegas que, semana a semana, informan a los colombianos. Gracias al esfuerzo de medios impresos como éste es que puede pensarse en construir un país más informado, más democrático.
Que sean muchos más los años en que una revista informativa y crítica (que no se ahoga dentro de las publicaciones de temas más ligeros) pueda seguir viendo la luz en un país como el nuestro. Que nunca se vuelva a apagar y sea necesario revivirla. Eso, enhorabuena, está por fuera de las posibilidades materiales.