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Sigamos andando

Mientras observamos si nuestro liderazgo político da la talla para este momento de quiebre, un ejemplo que debería inspirar son las iniciativas que se han venido implementando en el nivel local y desde las comunidades.

El Espectador
04 de octubre de 2016 - 02:00 a. m.
No puede perderse el impulso de repensar nuestra sociedad.
No puede perderse el impulso de repensar nuestra sociedad.

La crisis política que ha desatado la decisión de los colombianos en el plebiscito del domingo pasado tardará un tiempo en empezar a organizarse para intentar salvar el acuerdo de paz. En el entretanto, y en ausencia de un liderazgo nacional que nos aglutine, el país no puede dejar morir todas las iniciativas ciudadanas que surgieron en las regiones mientras avanzaban los diálogos con la guerrilla. La propuesta de reinventar Colombia sigue firme, y no puede desaprovecharse el cambio de mentalidad que vino con las negociaciones.

Empezó mal el esfuerzo para buscar un pacto nacional por la paz. Pese a que el presidente Juan Manuel Santos invitó a todas las fuerzas políticas de Colombia a una reunión ayer en la Casa de Nariño, el Centro Democrático, líder del No, se ausentó. Un poco pretensioso pensar que se iban a sumar de buenas a primeras a una convocatoria de la coalición de gobierno. Dicen, no obstante, que tienen las puertas abiertas para la paz. El país entero espera su participación activa para lograr cuanto antes alguna solución que no eche por la borda todo lo que se había conseguido, y que no desperdicie la voluntad expresada por las Farc de abandonar para siempre las armas. Necesitamos la grandeza de nuestros líderes en estos momentos.

Y, en ese sentido, no resulta aceptable que se intente asumir el plebiscito como una especie de tercera vuelta presidencial. Fue extraño que el expresidente Álvaro Uribe, en su discurso del domingo, no hablara únicamente del acuerdo de paz, que fue lo que votamos, sino que hubiera pasado a hablar de impuestos y hasta de los valores de las familias colombianas. Nada de eso, pese a lo mucho que Alejandro Ordóñez y ciertas iglesias cristianas lo repitieran, estaba en juego en lo pactado en La Habana. Colombia votó sobre el acuerdo, no eligió a un nuevo presidente. Es momento de abandonar las estrategias retóricas engañosas y concentrarse en el fin del conflicto con las Farc.

Mientras observamos expectantes si nuestro liderazgo político da la talla para el momento de quiebre en que ha quedado la nación, un ejemplo que debería inspirar son todas las iniciativas que se han venido implementando en el nivel local y desde las comunidades en estos cuatro años de negociaciones. Uno de los efectos más importantes del diálogo en La Habana es que inspiró a muchas personas a preguntarse por la reconciliación, por la violencia más allá del conflicto armado y por cómo sería una Colombia en paz. Los resultados diversos y creativos demostraron que en este país polarizado hay formas en que las personas se pueden encontrar en las diferencias, escucharse y empezar a construir consensos.

Hemos visto conversatorios, grupos de apoyo a las víctimas, obras de teatro, medios, como nuestra apuesta, “Colombia 2020”, dedicados a explorar temas de un país más allá del conflicto, a contar historias diferentes, de sanación a pesar del dolor y el resentimiento. Universidades, colegios y grupos de ciudadanos iniciaron sus propios proyectos para sentarse alrededor de la misma pregunta: ¿cómo dejamos de matarnos y qué podemos conseguir juntos?

Así como nosotros seguiremos intentando contribuir a la construcción de un país diferente desde el periodismo, invitamos en este momento de incertidumbre a todas las personas que empezaron proyectos en sus regiones a que no desfallezcan y sigan cultivando la cultura de la paz. Más allá de la batalla política de las élites del poder —que ojalá logren encontrarse para salvar el proceso y ajustarlo a lo que la gente quiere—, no debemos olvidar que estos cuatro años nos mostraron que hay otra Colombia posible, que ya comenzó a gestarse.

 

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