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Sin mentiras, ‘Timochenko’

"Sin mentiras, Santos, sin mentiras", es el título de la carta que Roberto Londoño Echeverry, alias Timochenko, máximo líder de las Farc, hizo pública el día lunes a través de su portal de internet.

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El Espectador
10 de enero de 2012 - 11:00 p. m.
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Quienes creían que con la muerte de alias Alfonso Cano se cerraban todas las posibilidades de un diálogo directo con la guerrilla para sentar las bases de la paz, estaban un poco equivocados. No es éste un comunicado con sugerencias al estilo de alias Cano, quien se limitaba a decir “creemos en el diálogo”. Esta es, por el contrario, una petición directa del mismo.

Sin embargo, es bastante particular. La petición del diálogo no se ve venir en los primeros 12 (de 14) párrafos del comunicado. Primero, Timochenko habla poéticamente de las creencias, de los dogmas, que usa como bisagra para enunciar su recurrente tema del monopolio de la verdad por parte de los medios de comunicación; luego aborda lo de siempre, las acciones del Ejército Nacional (que critica de una forma superficial), las privatizaciones, el deterioro ambiental, la democracia del mercado, la doctrina militar. Nada nuevo. O mejor, nada que merezca una atención particular. Pero luego, sorpresivamente, indican que quisiera discutir estos temas en una mesa de conversaciones y retomar la agenda que “quedó pendiente” en el Caguán, ese intento de proceso de paz que se gestionó durante el gobierno de Andrés Pastrana.

Es ciertamente preferible tener a las Farc planteando temas que desplegando amenazas a los ciudadanos. Discutiendo y no disparando. Pero para que eso pueda ser posible hay que dejar los engaños. Sí, las mentiras. Este comunicado parece escrito por una guerrilla diferente de las Farc. O dirigido a un país sin memoria. Dice que la agenda del Caguán —en la que la guerrilla pidió la desmilitarización de 42.000 kilómetros, al tiempo que imponía allí sus leyes a falta de control militar— fue abandonada por el gobierno del que el hoy presidente Santos hacía parte. ¿No recuerda acaso que el evidente uso para la guerra que hicieron las Farc de esos acercamientos detonó el fin de los diálogos? Pero, además, ¿continuar con qué? Si todo se dejó en el aire. Si fue poco lo que se avanzó como poco fue el interés que las Farc mostraron en que avanzara. Habla como si hubiera habido una pausa de un mes y no de 10 largos años de más guerra frontal.

Dejando a un lado estas mentiras del comunicado de las Farc, la posibilidad de entablar un diálogo no debe cerrarse. Pero hace falta la voluntad política. No sólo del Gobierno (que ha estado, desde hace un tiempo, contemplando la posibilidad), sino, sobre todo, de la guerrilla. Es un avance que hoy plantee de manera abierta un diálogo; pero si en realidad es esa su intención tiene que demostrarla de antemano con cartas claras, sobre la mesa, con suficiente impacto para convencer a una sociedad hastiada de su violencia. No presentando su comunicado en una página oficial en la que suena, morbosamente, una ametralladora disparando y unas bombas cayendo de forma incesante. Un cese unilateral del fuego, la liberación de todos los secuestrados en su poder, un cese a los asesinatos en el territorio nacional, en fin. Alguna señal de que realmente quieren jugar a la política, más allá del simple discurso grandilocuente de siempre, sería la manera de pedir, y hacer posible, ese diálogo.

El gobierno de Santos está a punto, no sólo de pasar a la historia haciendo un diálogo, sino también de hacerlo bien: por no repetir los errores del pasado, por rodearse de expertos en los temas de paz y justicia transicional. El marco legal que tenemos podría ser útil para enrumbarnos hacia un nuevo país. Y, como lo hemos dicho siempre respecto de los comunicados de las Farc, ojalá no fueran sólo palabras.

Por El Espectador

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