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Solución a la vista

El problema más evidente del Sistema Integrado de Transporte Público que corre por las calles bogotanas es su desuso: esos buses vacíos e incomprendidos que circulan de forma ordenada a través de un sistema indescifrable de múltiples tarjetas.

El Espectador
22 de octubre de 2014 - 02:47 a. m.

Parte de esta problemática, basada sobre todo en el miedo al cambio que experimentaron los usuarios, quedó a un lado el lunes, cuando los buses nuevos suplieron la falta de los viejos, que decidieron parar actividades en forma de protesta. Si algo quedó en evidencia con el paro de pequeños transportadores es que el SITP puede —y debe— suplirlos, no sin ciertos reparos, pero de forma eficaz.

La demanda aumentó de acuerdo con la Secretaría de Movilidad del Distrito. En Transmilenio un 20% y en el SITP un 40%. El sistema nuevo funcionó, lo que significa, sin lugar a ninguna duda, que esa es la solución más próxima para los buses de Bogotá: pasar de un sistema desorganizado, que empezó en la ciudad sin ningún tipo de planeación, a uno de rutas fijas, conductores precavidos y con un sistema de recaudo claro para las finanzas del Distrito.

Una parte está en la ciudadanía, por supuesto: debe apropiarse de un nuevo espacio público que es, de lejos, mucho más acorde con sus intereses de movilidad diaria. Así toque caminar un poco más hasta un paradero, comprar tarjetas y recargarlas o aceptar el hecho de que algunas rutas pueden ser más largas, es hora de entrar en la modernidad. Y si bien el SITP no es, ni mucho menos, la gran solución, es la más eficaz en el corto plazo. La más realista.

Otra buena parte está en el sistema mismo: llegó la hora —cuando ya quedó probado que salvó a la ciudad de inmovilizarse un día entero, por primera vez desde que los paros de buses existen— de facilitar el entendimiento sobre cómo funciona. El lunes fue por necesidad de las personas, claro, pero de acá en adelante puede ser con un acercamiento mayor a la ciudadanía: las tarjetas, las rutas, los recargos. Y también una ampliación de lo que falta: la frecuencia de los buses, el cubrimiento de varios sectores de la ciudad. Porque, sí, nos salvó, pero también mostró sus deficiencias más graves. Nada como esto sirve para darle un nuevo enfoque a la política (o a sus vacíos). Llegó la hora de que se piense en cuál es la mejor manera de seguir adelante y darle una forma definitiva al SITP. La ventana de oportunidad está abierta. Y ya se ha perdido demasiado tiempo.

Lo más problemático, desde cualquier perspectiva, es el lío de los transportadores menores, quienes se han visto afectados después de una errada decisión tomada durante la administración de Samuel Moreno: entregar los buses para unirse posteriormente al sistema. Las empresas que agruparon a las pequeñas transportadoras, Coobús y Egobús, prometieron un absurdo a los demás: ingresar como accionistas sin aporte de capital y recibir una renta mensual fija. Algo que, por supuesto, no pudo cumplirse. Y de esa manera, la mentada “democratización” del transporte falló. Ahora muchos andan sin su dinero, sin su bus, quebrados, esperando una solución.

Alfonso Pérez, presidente de Apetrans, promotor del paro y quien impulsó a las empresas a unirse en ese pacto, dice que ya no les interesa entrar al SITP. ¿Cuál será su estrategia futura? ¿Impedir el desarrollo del nuevo sistema? ¿Qué tiene por decir el Distrito para encontrar un punto de inflexión y un acuerdo real? El SITP funciona, sí, pero hay que dar el paso final para optimizarlo y hacerlo viable. Y de alguna manera cumplirles a quienes deben salir de las calles, y entre más pronto mejor.

Por El Espectador

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