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Soluciones ineficientes para tragedias conocidas

30 de marzo de 2021 - 03:00 a. m.
Las noticias de los últimos días han sido angustiantes. Aunque la respuesta militar anunciada es necesaria, la historia del país demuestra que no es suficiente. / Foto: Alcaldía de Corinto
Las noticias de los últimos días han sido angustiantes. Aunque la respuesta militar anunciada es necesaria, la historia del país demuestra que no es suficiente. / Foto: Alcaldía de Corinto
Foto: AFP

¿Cuál es la estrategia para responder a la ola de terrorismo que se ha desplegado en las últimas semanas? La respuesta no puede estar desligada de una reconfiguración de la guerra contra las drogas. Después del atentado con un carro bomba en Corinto, Cauca, el presidente Iván Duque envió un mensaje al frente móvil Dagoberto Ramos y de paso a todas las bandas criminales: “Las vamos a destruir por completo, a la Jaime Martínez y a todas esas células de disidentes y a esa segunda Narcotalia, porque este país no se va a dejar humillar más del terrorismo”. Aunque la respuesta militar anunciada es necesaria, la historia del país demuestra que no es suficiente.

Las noticias de los últimos días han sido angustiantes. Enfrentamientos entre las disidencias de las Farc y el Eln en Argelia, Cauca, han llevado a que las personas se desplacen o tengan que estar confinadas en sus residencias. Lo mismo ocurrió unos días antes en Timbiquí, también en el Cauca, donde el consejo comunitario Parte Baja del Río Saija denunció que había más de 1.000 familias entre confinadas y desplazadas por culpa de los enfrentamientos. En Nariño, más de 800 familias en El Charco tuvieron que abandonar sus viviendas. La razón fue la misma. Finalmente, el Gobierno Nacional declaró calamidad pública en Arauca e instaló un Puesto de Mando Unificado (PMU) para atender a los cerca de 5.000 migrantes venezolanos que se han desplazado por los enfrentamientos que se han presentado en la frontera.

Aunque dispersos en el territorio colombiano, todos estos hechos tienen varios hilos conductores similares. En todos han participado grupos armados al margen de la ley que tienen fuertes lazos con el narcotráfico. Todas son zonas que históricamente no han contado con la suficiente presencia estatal. En todos la respuesta del Estado ha sido reforzar la presencia militar y prometer que así se detendrá la masacre. En el caso de Arauca, el ministro de Defensa, Diego Molano, incluyó a la dictadura venezolana en las responsabilidades, diciendo que “en Miraflores dan instrucciones de combate de forma selectiva a uno de los grupos”.

Compartimos el rechazo expresado por el Gobierno a todas las formas de violencia. Es descorazonador y cruel que hayamos vuelto a ver carros bomba, desplazamientos y confinamientos por culpa de grupos armados. “Estos actos cobardes contra la comunidad son imperdonables. Estos bandidos o se someten o los enfrentamos con contundencia”, dijo el presidente Duque. Esa es, sin duda, la actitud que debe adoptar el Estado colombiano. Sin embargo, detrás de la respuesta militar hay un gran fantasma: ¿qué hacemos con el narcotráfico?

La respuesta de este Gobierno al narcotráfico, similar a la de varios de sus antecesores, es la mano dura y el glifosato. Con esto se obtienen resultados pasajeros, pero el problema persiste porque la guerra contra las drogas ha sido una estrategia fallida, costosa y trágica. Mientras en el mundo avanzan proyectos de regulación y legalización de algunas drogas, en Colombia seguimos insistiendo en el glifosato creyendo que esa será la solución, tanto para el narcotráfico como para todos los males que viven los territorios alejados y abandonados a su suerte.

Los campesinos cocaleros, que se sintieron traicionados después del Acuerdo de Paz, insisten en que sus comunidades necesitan inversión y alternativas viables. Tanto más en estos tiempos de pandemia. Pero no parece haber voluntad de escucha. Si no hay un gran pacto nacional que cambie la percepción sobre las drogas y la mejor forma de combatirlas, vamos a seguir encerrados en un ciclo trágico. Ya hemos visto y seguiremos viendo las consecuencias.

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Caliche(62305)30 de marzo de 2021 - 11:38 p. m.
"...detrás de la respuesta militar hay un gran fantasma: ¿qué hacemos con el narcotráfico?", se pregunta el editorial. El fantasma del presidente es el Ñeñe y el dinero del narcotráfico que lo llevó al poder.
Francisco(82596)30 de marzo de 2021 - 10:51 p. m.
Hola, amigos. La guerra contra el narcotráfico hace tiempo está perdida. Es increíble que el gobierno siga insistiendo en el glifosato y la bala para combatir el mal. Cumplir los acuerdos de paz, invertir en las zonas abandonadas, multiplicar la sustitución de cultivos ilícitos por cultivos menos rentables pero legales, abrir carreteras, abrir escuelas, proteger a los niños, a los indígenas, etc.
ALBERTO(84624)30 de marzo de 2021 - 11:00 p. m.
Donde estan las fuerzas armadas de Colombia?. Si el enfrentamiento es entre bandas criminales, donde esta el EJERCITO?????????????????????'
decepcionado(mrzhy)30 de marzo de 2021 - 04:14 p. m.
Aquellos que nos toco vivir la época de los carros bombas y masacres en la época de Pablo Escobar, sabemos y conocemos lo que representa para una sociedad la guerra del terrorismo con sus tragedias y dramas humanas que genera. Solo nos queda orar para que no se repitan, ahora con más virulencia, las violencias de los años 80 y 90 del siglo pasado.
humberto jaramillo(12832)30 de marzo de 2021 - 03:57 p. m.
Es como rábula el presidente Duque: "o se someten o los enfrentamos con contundencia",es lo único que se le ocurre decir. ¿será que después de casi tres años de estar echandole la culpa al innombrable de Santos todavía no ha hecho nada y solo ahora se le ocurre que puede enfrentarlos con contundencia? porque nadie se va a someter asi no más.
  • humberto jaramillo(12832)30 de marzo de 2021 - 04:03 p. m.
    ya lo escucharemos haciendo la misma declaración, solo sabe hablar, por eso encontró su vocación en la presentación de entrevistas a las seis de la tarde. Y para colmo de la mentira a su programa lo llama prevención y ACCIÓN.
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