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Una noticia que dejó exaltado hasta al más optimista: los analistas decían que iba a ser cuando mucho un 3,5%. Así están las cosas, entonces: la economía de Colombia creció en este segundo trimestre y eso tiene contentos no sólo al presidente Juan Manuel Santos, sino a los ministros de su gabinete que tienen que ver con estos temas. Y son buenas noticias, no hay duda. De acuerdo con los cálculos del Fondo Monetario Internacional, el país podría ubicarse en el eje de crecimiento regional y mundial, entre este año y 2018, logrando un promedio cercano al 4,4%. Mauricio Cárdenas, ministro de Hacienda, cree que Colombia crecerá en el segundo semestre de este año al 5%. Habrá que ver.
Sorpresivamente, entre los distintos sectores, el crecimiento individual más alto lo tuvo el agro con un 7,6%. En un tercio —y ese es el mayor impulso al agro en estos conteos— se recuperó la producción del café y algo tendrá que ver con las acciones que tuvo el presidente de la República frente a los reclamos de los cafeteros. Después del agro viene la construcción (6,4%), donde se destacan las edificaciones y en menor medida las obras civiles. El resultado, según Sandra Forero, presidenta de Camacol, tiene que ver con las construcciones de vivienda de interés social y gratuita. La minería hizo su aporte en petróleo (7,3%) y gas natural (9,1). El carbón, por el contrario, tuvo una caída del 5,4%, al igual que el oro: 10,3%. Esto tiene que ver mucho con los precios internacionales. La industria, por su parte, no siguió cayendo.
Lo curioso de todo este ramillete de datos es el entusiasmo del ministro Cárdenas: ¿Cómo mantener el crecimiento —o, incluso, aumentarlo, como pretende— si estos resultados, que positivos, fueron mucho más allá de las expectativas? ¿Dónde está la certeza real del porqué de este fenómeno? ¿Podemos confiar en que estamos ante un cambio de la tendencia en el crecimiento, que mostraba expectativas poco favorables para este año? ¿Cómo explicar que el campo haya sido el jalonador del crecimiento justo en los meses en que se cocinaba el mayor descontento del sector rural en mucho tiempo?
Ahí es donde debe entrar a actuar el tecnicismo económico del Gobierno central, a apuntalar esas cosas que escaparon a los analistas, y a ellos mismos, de lo que pudo pasar en el último trimestre para la notable mejoría. Pues de ese análisis es de donde puede surgir el camino a seguir para que este crecimiento se pueda convertir en progreso de largo plazo frente a los retos internos y una preparación óptima para los golpes externos que, aunque aplazados, se anuncian para los años siguientes.
Porque huelga decir que esta excelente noticia, luego de los nubarrones que en el comienzo de este año se posaron sobre nuestra economía, de todos modos se presenta en medio de un ambiente general de descontento social, que para ser tramitado exigirá inversiones bien planificadas, no solamente pensando en el largo plazo. Este éxito económico, si no es pasajero, tiene que significarle una mejoría cierta a la población más temprano que tarde.
Y en lo externo, la calma chicha que viven los mercados emergentes tendrá su hora de la verdad cuando finalmente llegue el aplazado retiro del impulso monetario en los Estados Unidos. Habrá que estar preparados para ese momento. ¿Y cómo? Ahí sí, pensando en la estabilidad de largo plazo.
El balance entre esas exigencias internas inmediatas y aquellas de largo plazo para el panorama externo lo que indica es que la tarea no está competa y requiere acciones que logren balancear diversas necesidades. Celebremos con mucha mesura, sí, pero sigamos pensando en todo lo que falta.