Tres décadas del acuerdo con el M-19

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
El Espectador
09 de marzo de 2020 - 05:00 a. m.
"Después de acuerdos fallidos y de la desconfianza de las partes, la paz con el M-19 se convirtió en un símbolo de esperanza”. / Foto: Archivo - El Espectador
"Después de acuerdos fallidos y de la desconfianza de las partes, la paz con el M-19 se convirtió en un símbolo de esperanza”. / Foto: Archivo - El Espectador
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Hoy se cumplen tres décadas desde que el Gobierno de Virgilio Barco firmó el acuerdo de paz con la guerrilla del M-19. Las lecciones de ese proceso de paz exitoso y sufrido son aún más vigentes hoy, cuando Colombia navega el posacuerdo con las Farc y busca salidas a la confrontación con el Eln, así como a la perversa influencia de organizaciones como el Clan del Golfo.

La década del 80 fue dolorosa para Colombia. La creciente influencia de los narcotraficantes trajo consigo asesinatos, atentados, secuestros y bombas. Al mismo tiempo, pulularon movimientos guerrilleros por todo el país y traicionaron la voluntad de paz de varios gobiernos, especialmente el de Belisario Betancur. En ese caos, el M-19 se la pasaba entre golpes mediáticos y enfrentamientos trágicos con el Estado. El sueño de un país en paz, con instituciones fuertes, se veía lejano, pese a los esfuerzos de funcionarios, políticos y la sociedad civil.

Aún así, la década terminaría con una esperanza de paz. De manera extraña en este país de lógicas irracionales y a menudo crueles, la aproximación que terminaría en el acuerdo con el M-19 empezó con un secuestro.

A las 11:50 de la mañana del domingo 29 de mayo de 1988, un comando del M-19 secuestró a Álvaro Gómez Hurtado, dirigente conservador y director del periódico El Siglo. Después, un grupo, autodenominado Colombianos por la Salvación Nacional, anunció que lo tenía en su poder y que iba a liberarlo sin contraprestación política ni económica. Al mismo tiempo, la guerrilla hizo público un documento de once puntos para ventilar una propuesta política: la firma de un acuerdo de cese al fuego por sesenta días entre el Gobierno y la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar.

Menos de un año después, el 8 de marzo de 1989, Carlos Pizarro, director del M-19, diría: “Ha llegado el tiempo de (dejar las armas). Ha llegado el tiempo de comenzar un camino distinto. Ha llegado el tiempo de convertirnos todos en verdaderos conductores de esta nación”. La guerrilla, concentrada en Santo Domingo (Cauca), entregó sus armas. Al día siguiente, se firmó el acuerdo de paz con el presidente Virgilio Barco.

La voluntad de paz sería puesta a prueba poco más de un mes después de la firma, cuando Pizarro, convertido en candidato presidencial, fue asesinado por un sicario a bordo de un avión saliendo de Bogotá. Pese a eso, los exmiembros del M-19 persistieron en su apuesta democrática, lo que los llevó a ser una fuerza determinante en la Asamblea Constituyente que llevó a la Constitución de 1991.

Después de acuerdos fallidos y de la desconfianza de las partes, la paz con el M-19 se convirtió en un símbolo de esperanza. Si se pudo pactar la paz con un grupo, si se logró que pese a la hostilidad sus excombatientes hicieran parte de la política nacional, si la ciudadanía pudo contagiarse de la esperanza de un país sin grupos alzados en armas, había que seguir apostando por las negociaciones.

Han pasado treinta años, pero Colombia necesita recordar las lecciones de ese acuerdo y renovar nuestra apuesta con la paz.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.

Nota del director. Necesitamos de lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Por favor, considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.

Por El Espectador

Conoce más

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.