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No podía ser de otra manera: el premio Unesco-Guillermo Cano Isaza de este año fue para tres mujeres que tienen temblando al régimen teocrático y radical de Irán. Las periodistas iraníes Niloofar Hamedi, Elaheh Mohammadi y Narges Mohammadi están hoy tras las rejas, acusadas de espionaje y de haber debilitado la imagen de su país en el extranjero, excusas que ocultan el hecho de que tanto el líder supremo de Irán, Alí Jamenei, como el presidente de ese país, Ebrahim Raisi, le tienen pánico al libre ejercicio del periodismo. Porque lo único que hicieron las premiadas fue mostrar que las fuerzas del régimen habían maltratado y asesinado a una mujer por no cumplir las leyes de moralidad, lo que estalló en protestas de un nivel que no se veía en décadas en Irán. El intento por silenciarlas muestra la debilidad del autoritarismo, que flaquea cuando con valentía las periodistas muestran lo que se ha buscado tapar.
Niloofar Hamedi, reportera del diario Shargh, estuvo en el hospital cuando murió Mahsa Amini, una joven de 22 años. El caso de Amini ocurrió bajo la custodia de la Policía de la Moralidad, una institución draconiana que se asegura de que las mujeres que viven en Irán no incumplan con los reglamentos impuestos por el régimen teocrático. Después, Elaheh Mohammadi, del periódico Ham-Mihan, narró el velorio de Amini y en especial cómo las fuerzas de seguridad atacaron el funeral. Desde entonces, las protestas se volvieron nacionales y la respuesta fue la represión. Se han contado, en estimados poco precisos, 516 manifestantes asesinados y más de 19.200 personas arrestadas. Hamedi y Mohammadi llevan ocho meses en la cárcel, acusadas de ser espías de la CIA.
Por el lado de Narges Mohammadi, lleva más de 20 años siendo una de las caras más visibles del movimiento a favor de los derechos humanos. Ha sido condenada en tres ocasiones, la más reciente a dos años y medio de prisión, 80 latigazos y dos multas por el delito de difundir propaganda contra el sistema. Lo dicho: no en vano, las mujeres son las que tienen temblando al régimen iraní.
El premio Unesco-Guillermo Cano Isaza, que lleva el nombre en homenaje al insigne director de El Espectador que fue silenciado por atreverse a cuestionar el poder del narcotráfico en Colombia, es un reconocimiento para las tres periodistas y para todas las mujeres iraníes que al sol de hoy continúan protestando. Su reclamo no es más que dignidad básica, ser libres en una sociedad que las maltrata, opaca y censura. En ese proceso, el periodismo ha sido esencial, pues se atreve a mostrar lo que ocurre sin pasar por el filtro del régimen. Es muy diciente que el solo hecho de reportar los abusos de autoridad sea visto como una conspiración internacional para debilitar al poder establecido en Irán.
Celebramos la valentía de las ganadoras y nos solidarizamos con su resistencia desde la cárcel. Su trabajo ha sido esencial para el sueño de libertad en Irán y un ejemplo para el mundo. Su sacrificio no debería ocurrir, pero ha sido inspirador para las mujeres que se han tomado las calles. Por ellas, el oficio del periodismo sigue encontrando su razón de ser en el mundo.
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