La última marcha de las Farc

Tal vez la rigurosidad del proceso, sus muchos pasos en falso, su éxito final indiscutible y su aterrizaje forzoso hicieron que el país olvidara la historia que parecía habernos condenado a la guerra perpetua. Pero invitamos a recordar la desesperanza del pasado y contrastarla con el hecho innegable de que los miembros de las Farc realizaron su última marcha.

El Espectador
31 de enero de 2017 - 08:22 p. m.
Por supuesto, la desaparición de las Farc no va a solucionar todos los problemas de seguridad del país. El narcotráfico, las bandas criminales y el imparable asesinato de líderes sociales son problemas ineludibles. Lo cual no puede evitar que se celebre la desaparición de un actor armado de nuestro territorio. / Foto: @FARC_Occidente
Por supuesto, la desaparición de las Farc no va a solucionar todos los problemas de seguridad del país. El narcotráfico, las bandas criminales y el imparable asesinato de líderes sociales son problemas ineludibles. Lo cual no puede evitar que se celebre la desaparición de un actor armado de nuestro territorio. / Foto: @FARC_Occidente

Hoy, si todo sale de acuerdocon lo planeado por el Gobierno y las Farc, cerca de 6.300 guerrilleros habrán marchado por última vez y estarán concentrados en las zonas veredales que fueron destinadas para este paso, el último antes de su reinserción a la sociedad. Consideramos importante, por lo menos por un instante, sacudirse la amargura política que ha rodeado al proceso de paz y celebrar la magnitud histórica de este hecho: las Farc están al borde de su desmantelamiento como grupo al margen de la ley. No es un logro menor.

Por muchos años, la historia de Colombia ha estado íntimamente ligada a las Farc. La construcción de la identidad de los colombianos tenía, necesariamente, que tener en cuenta la existencia de un grupo armado que causaba tragedias y que infundía miedo entre las personas. Por eso, los debates políticos también estuvieron siempre circunscritos al tema de la seguridad nacional y a cómo enfrentar a ese enemigo que por mucho tiempo pareció invencible. Después de muchos intentos de diálogo que terminaron en fracasos estruendosos, causando a la vez una desconfianza sobre la posibilidad de una salida pacífica, era muy difícil imaginar que llegaría el día de una Colombia sin Farc (pese a que ese era el clamor del país entero).

Tal vez la rigurosidad del proceso, sus muchos pasos en falso, su éxito final indiscutible y su aterrizaje forzoso hicieron que el país olvidara la historia que parecía habernos condenado a la guerra perpetua. Pero invitamos a recordar la desesperanza del pasado y contrastarla con el hecho innegable de que los miembros de las Farc realizaron su última marcha.

Por supuesto, la desaparición de las Farc no va a solucionar todos los problemas de seguridad del país. El narcotráfico, las bandas criminales y el imparable asesinato de líderes sociales son problemas ineludibles. Lo cual no puede evitar que se celebre la desaparición de un actor armado de nuestro territorio.

En el acuerdo de La Habana se pactó que los guerrilleros se concentrarían en zonas veredales y, una vez allí, empezarían un proceso que tiene un cronograma de 180 días como plazo máximo y que establece que el 1º de marzo las Farc deberán haber entregado hasta la última bala, y 30 días después, el 1º de junio, las zonas veredales desaparecerán y los guerrilleros habrán terminado su proceso de reintegración.

Ayer, Sergio Jaramillo, alto comisionado para la Paz, celebró que incluso la columna “Teófilo Forero ya llegó a la vereda en Miravalle, en Caquetá”. Es cierto, entonces, lo que dice el comunicado del bloque Caribe de las Farc, en el sentido de que “con este movimiento mostramos en la práctica que nuestra disposición para la paz es absoluta”. Y, más importante, que ya no hay vuelta atrás.

No todo fue perfecto, cabe agregar. La guerrilla ha denunciado que el Gobierno incumplió sus responsabilidades para adecuar las zonas veredales. La ubicada en la vereda Pondores, en La Guajira, por ejemplo, no tiene luz ni alcantarillado. Además, preocupa la aparición de grupos paramilitares que amenazan la seguridad de quienes están en el proceso de desarme. Rodrigo Londoño, máximo comandante de las Farc, denunció en Twitter que “es constante la presencia de estos grupos desde la vereda Playa Rica hasta Puquí, en el municipio de Valdivia, al mando de alias Ramiro, con las amenazas ya denunciadas y agregando que a quienes participen con el proceso de paz con las Farc los matarán”. El Estado tiene que calmar esos medios y demostrar que puede garantizar la seguridad de todos los desmovilizados.

No obstante lo anterior y la compleja implementación que está por delante, es un motivo de orgullo poder decir que las Farc dieron su última marcha como guerrilla. Tal vez podamos, por fin, dar vuelta a la página.

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Por El Espectador

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