Mostrando esperanzadoras señales de reflexión, varios miembros del viejo secretariado de las Farc decidieron cambiar de discurso. Pese a que en varias ocasiones los líderes del partido FARC han hecho declaraciones negando el reclutamiento forzado de menores de edad, los abortos forzados y justificando con artilugios retóricos el secuestro, ahora han vuelto a comprometerse con la verdad, justicia y reparación. Si bien el comunicado público es un buen primer paso, lo más importante son los testimonios y la información que brinden a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y a la Comisión de la Verdad.
Cada mes que pasa sin que la JEP pueda tomar decisiones finales en los macrocasos que está llevando es uno en el que la legitimidad del Acuerdo de Paz es cuestionada por los enemigos de la reconciliación. Por eso, con total frustración escuchamos a los líderes de las extintas Farc rendir versiones libres llenas de argumentos vacíos, evasivos, que no permiten construir un relato de lo que ocurrió ni dar por satisfecha la promesa de una verdad lo más completa posible.
Ahora, sin embargo, hay la posibilidad de que eso esté cambiando. En un comunicado firmado por el antiguo secretariado y quienes suscribieron en 2016 el Acuerdo de Paz, dicen: “Estamos aquí para, desde lo más profundo de nuestro corazón, pedirles perdón público a todas nuestras víctimas de secuestro y a sus familias”.
No se quedan ahí. Admiten, sin lugar a dudas ni maromas retóricas, “que el secuestro fue un gravísimo error del que no podemos sino arrepentirnos (...). El secuestro solo dejó una profunda herida en el alma de los afectados e hirió de muerte nuestra legitimidad y credibilidad (...). Hoy entendemos el dolor que les causamos a tantas familias que vivieron un infierno esperando tener noticias de sus seres queridos”. Y concluyen diciendo: “No podemos devolverles el tiempo arrebatado para evitar el dolor y las humillaciones que les causamos a todos los secuestrados”.
Dentro de tanto ruido mediático y político, vale la pena hacer una pausa para dimensionar lo que acaba de ocurrir. Después de años y años de conflicto, de arrogancia, de discursos testarudos e irreflexivos, los líderes de las extintas Farc están reconociendo su error. Están, además, enviando un mensaje claro a quienes siguen alzados en armas: no hay ninguna justificación para recurrir al secuestro, para deshumanizar a los colombianos que caen entre el fuego cruzado.
No es suficiente, por supuesto. Esto mismo debe llevarse a las instancias judiciales y de construcción de memoria. Los ex-Farc deben reconocer que su trabajo es ayudar a construir una reconciliación que pende de un hilo, a romper con la polarización, a probar que la apuesta por la paz es la única que nos puede llevar a un mejor país. Empezar a cambiar el discurso es un primer paso, valiosísimo. Pero el camino continúa. Esperamos que pronto el país cuente con más información de todo lo que pasó en la guerra.
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Mostrando esperanzadoras señales de reflexión, varios miembros del viejo secretariado de las Farc decidieron cambiar de discurso. Pese a que en varias ocasiones los líderes del partido FARC han hecho declaraciones negando el reclutamiento forzado de menores de edad, los abortos forzados y justificando con artilugios retóricos el secuestro, ahora han vuelto a comprometerse con la verdad, justicia y reparación. Si bien el comunicado público es un buen primer paso, lo más importante son los testimonios y la información que brinden a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y a la Comisión de la Verdad.
Cada mes que pasa sin que la JEP pueda tomar decisiones finales en los macrocasos que está llevando es uno en el que la legitimidad del Acuerdo de Paz es cuestionada por los enemigos de la reconciliación. Por eso, con total frustración escuchamos a los líderes de las extintas Farc rendir versiones libres llenas de argumentos vacíos, evasivos, que no permiten construir un relato de lo que ocurrió ni dar por satisfecha la promesa de una verdad lo más completa posible.
Ahora, sin embargo, hay la posibilidad de que eso esté cambiando. En un comunicado firmado por el antiguo secretariado y quienes suscribieron en 2016 el Acuerdo de Paz, dicen: “Estamos aquí para, desde lo más profundo de nuestro corazón, pedirles perdón público a todas nuestras víctimas de secuestro y a sus familias”.
No se quedan ahí. Admiten, sin lugar a dudas ni maromas retóricas, “que el secuestro fue un gravísimo error del que no podemos sino arrepentirnos (...). El secuestro solo dejó una profunda herida en el alma de los afectados e hirió de muerte nuestra legitimidad y credibilidad (...). Hoy entendemos el dolor que les causamos a tantas familias que vivieron un infierno esperando tener noticias de sus seres queridos”. Y concluyen diciendo: “No podemos devolverles el tiempo arrebatado para evitar el dolor y las humillaciones que les causamos a todos los secuestrados”.
Dentro de tanto ruido mediático y político, vale la pena hacer una pausa para dimensionar lo que acaba de ocurrir. Después de años y años de conflicto, de arrogancia, de discursos testarudos e irreflexivos, los líderes de las extintas Farc están reconociendo su error. Están, además, enviando un mensaje claro a quienes siguen alzados en armas: no hay ninguna justificación para recurrir al secuestro, para deshumanizar a los colombianos que caen entre el fuego cruzado.
No es suficiente, por supuesto. Esto mismo debe llevarse a las instancias judiciales y de construcción de memoria. Los ex-Farc deben reconocer que su trabajo es ayudar a construir una reconciliación que pende de un hilo, a romper con la polarización, a probar que la apuesta por la paz es la única que nos puede llevar a un mejor país. Empezar a cambiar el discurso es un primer paso, valiosísimo. Pero el camino continúa. Esperamos que pronto el país cuente con más información de todo lo que pasó en la guerra.
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