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El editorial que le dedicamos a la víspera de la Navidad suele ir acompañado de una invitación a reflexionar, a encontrarse en las diferencias, a definir qué es lo esencial, a apostarles a la paz y a la humanidad que nos une en Colombia y el mundo. Después de un año tan complejo, que nos ha dejado en duelo y ha afectado nuestra salud mental colectiva, por supuesto que queremos expresarles lo mismo. Mientras las familias se encuentran a través de las pantallas de computadores y celulares, en fiestas marcadas por los toques de queda, la pregunta sobre qué nos hace humanos está más vigente que nunca. Sin embargo, también quisiéramos aprovechar esta oportunidad para hablarles a ustedes directamente desde esta apuesta que llamamos El Espectador.
No hay periodismo sin audiencia. De nada sirve realizar investigaciones exhaustivas si las denuncias aterrizan en oídos sordos. Es inútil combatir las noticias falsas, el populismo, la violencia y la dictadura de los algoritmos que explotan nuestros peores instintos si al hacerlo no estamos construyendo comunidad. Todo el trabajo que hicimos este año, todo el trabajo que llevamos haciendo por más de un siglo, responde a un interés por conectar con ustedes, nuestros lectores. El hecho de que nos hayan buscado, acompañado, comentado, criticado y compartido en este 2020 ha sido nuestra motivación. Además, ha reforzado nuestro compromiso de seguirles brindando un espacio de periodismo sincero, con autonomía y, claro, con errores, pero siempre dispuesto a mejorar.
Entonces, en un día de celebración que para muchas familias colombianas también es de memoria y dolor, queremos agradecerles. También deseamos renovar nuestras promesas con ustedes. Mientras sigan apoyando nuestra labor, nosotros buscaremos tener un periódico con debates rigurosos, con puntos de vista estimulantes, con información necesaria, con denuncias que protejan nuestra democracia, con nuevos formatos que lleguen a distintas audiencias.
El 2020 nos recordó la importancia de la información y lo difícil que es nuestra labor. El COVID-19 despertó los peores instintos de la sociedad moderna. Vimos noticias falsas difundirse sin control, vimos temores explotados por oportunistas, vimos a muchas personas incurrir en riesgos innecesarios por culpa de la desinformación y las mentiras. También vimos cómo los ciudadanos clamaban por tener un megáfono para denunciar las injusticias. Los trapos rojos, los líderes asesinados y la democracia en riesgo son temas que necesitan ser cubiertos con responsabilidad. Ahí y en muchos otros lugares estuvieron los periodistas de El Espectador, porque creemos que Colombia es un mejor país cuando tiene voces en las cuales confiar, que no sucumben ante los cantos de sirena de la popularidad en redes, sino que están comprometidos con perseguir la verdad.
Este año nos ha obligado a reflexionar sobre nuestro oficio y las maneras en que contamos historias. Nos recordó también que ante la incertidumbre lo mejor es tener un método claro y transparente de recolectar información, que la audiencia merece conocer lo que sabemos y lo que todavía no sabemos.
Aquí seguiremos. En nombre de todas las personas que forman parte de El Espectador, les deseamos armonía y felices fiestas. Gracias por confiar en nosotros.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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