Un pertinente jalón de orejas

El Espectador
02 de noviembre de 2018 - 05:00 a. m.
Que un alto funcionario diplomático haga referencia a la hipótesis de eventuales acciones militares contra Venezuela, así sea en un evento social, fuera de torpe es irresponsable. / Foto: EFE
Que un alto funcionario diplomático haga referencia a la hipótesis de eventuales acciones militares contra Venezuela, así sea en un evento social, fuera de torpe es irresponsable. / Foto: EFE
Foto: EFE - Mauricio Dueñas Castañeda

Hay temas con los que no se debe especular, debido a las consecuencias que pueden traer para el país. Y menos aún si quien toma la vocería no sólo no está autorizado para hacerlo, sino que además contradice la línea del Gobierno en su política exterior. De allí el entendible malestar del canciller, Carlos Holmes Trujillo, ante un alto funcionario diplomático que hizo declaraciones imprudentes e imprecisas esta semana con respecto a Venezuela.

No es la primera vez que sucede, ni la primera vez que el canciller debe salir a calmar las aguas ante este tipo de hechos. Como lo hemos mencionado con anterioridad, el presidente Iván Duque y el ministro Trujillo han obrado con prudencia y tino en el manejo de las relaciones con el país vecino. No se han dejado provocar por los insultos ni las amenazas de Caracas y han hecho prevalecer la cordura frente a las cascaritas que lanzan del otro lado de la frontera. Entre ellas el sobrevuelo no autorizado de aeronaves o el ingreso de efectivos militares a territorio colombiano.

Por lo anterior, no tiene justificación que haya ruedas sueltas dentro del servicio diplomático; pero que las hay, las hay. En su estreno en Washington, el embajador Francisco Santos dejó abierta la puerta de un eventual apoyo militar en contra del régimen de Nicolás Maduro. La inmediata reacción de Trujillo, cerrando el paso a la especulación ante una intervención en Venezuela, logró neutralizar el efecto adverso de los imprudentes comentarios, los cuales dieron pie para que Caracas aprovechara el error y asumiera la posición de víctima frente a una supuesta agresión.

Todo parecía indicar que la lección había sido aprendida, pero no. El canciller debió salir de nuevo a decir que “el Gobierno del presidente Duque mantiene una tradición no belicista y busca, a partir de acciones políticas y diplomáticas regionales y multilaterales, contribuir a crear las condiciones para que más temprano que tarde el hermano pueblo de Venezuela pueda vivir nuevamente en democracia y libertad”. ¿El motivo? Que una periodista del diario brasileño Folha de S.Paulo citó a una alta fuente diplomática colombiana en Estados Unidos que afirmó que el Gobierno de Colombia apoyaría al recién electo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, si intentara una aventura militar contra Venezuela. El propio Bolsonaro desmintió al día siguiente que esa fuera su intención.

Uno de los temas más sensibles con los que tiene que lidiar la Cancillería de Colombia es la compleja relación con el país vecino. La dictadura que padecen los venezolanos no deja de ser un dolor de cabeza para nuestro Gobierno. Lo fue para Santos y lo es para Duque. En especial por la grave crisis humanitaria que se ha generado con la migración forzada de más de dos millones y medio de venezolanos debido a la escasez de alimentos y medicinas. De ellos, según los cálculos oficiales, alrededor de un millón ya están establecidos en territorio colombiano. Una buena parte malvive de la caridad pública, en el rebusque o recorriendo a pie la extensa geografía del país para buscar un mejor futuro para ellos y sus familias.

Por todo lo anterior, que un alto funcionario diplomático haga referencia a la hipótesis de eventuales acciones militares contra Venezuela, así sea en un evento social, fuera de torpe es irresponsable. No sólo se le da a Maduro la excusa para agitar su discurso antiintervencionista, sino que deteriora mucho más las ya de por sí debilitadas relaciones con los vecinos. Agitar el hacha de la confrontación a un mes de la visita del presidente Donald Trump a Colombia y Argentina no ayuda para nada. Como lo han reiterado el presidente Duque y el canciller, sólo la diplomacia y una acción política multilateral, con el apoyo de la OEA, pueden acabar con los padecimientos del país vecino. Con acciones belicistas sería mucho más grave el remedio que la enfermedad.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar