Una apuesta ambiciosa por la educación

El diálogo entre el Gobierno Nacional y el sector de la educación pública en Colombia ha sido interesante. A las marchas convocadas principalmente por estudiantes de las universidades públicas del país, el presidente Iván Duque ha respondido con adiciones presupuestales que son bienvenidas. Aunque hay motivos para celebrar, queda en el aire empero la sensación de que no hay una apuesta lo suficientemente ambiciosa en el tema.

Las manifestaciones multitudinarias en las principales ciudades del país han sido conmovedoras. Los estudiantes de las universidades públicas fueron acompañados por maestros y estudiantes de universidades privadas para exigir que se empiece a solucionar el déficit del sector de la educación superior. Además de ser un enorme problema financiero, se trata de una deuda histórica con un fuerte simbolismo. ¿Cómo vamos a construir un país lleno de oportunidades si la educación sigue siendo excluyente?

El Gobierno del presidente Iván Duque respondió con adiciones presupuestales que llevaron al sector de la educación a tener $41 billones el año entrante. Se trata de un incremento del 10,9 % en relación con el presupuesto de 2018 y es, además, el mayor porcentaje de asignación dentro del Presupuesto Nacional, con un 16 % del total. Lo siguen el sector defensa, con 12,9 %, y el de la salud, con 12,4 %.

Falta, claro, ver en detalle cuántos de esos recursos van a las universidades públicas. Una queja constante de los manifestantes es que las adiciones presupuestales no atacan el problema de raíz.

En efecto, nos falta muchísimo para decir que el sector educativo está financiado como es debido. Según el Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana, “para tener una educación de calidad y cobertura comparables a las de los países de la OCDE, se necesitaría destinar alrededor de $23,4 billones anuales más a la educación primaria, $36,6 billones más para el bachillerato, y $20,7 billones más para la educación universitaria —en total, $80,7 billones”. Como referencia, el presupuesto total de la Nación es de $258,9 billones.

No se trata, por supuesto, de creer que una asignación presupuestal de ese tipo sea posible de un día para otro. Las finanzas del Estado llevan varios años golpeadas y la situación no promete mejorar pronto. Pero sí pone sobre la mesa una situación que los gobiernos suelen ignorar: no basta con hacer pequeños ajustes presupuestarios que apenas alcanzan para mantener la misma estructura.

Creemos que la educación pública debería ser la principal apuesta de Colombia. Y no, que en este momento sea el sector que más presupuesto recibe no significa que estemos haciendo lo suficiente. Una transformación verdadera implica tomar decisiones difíciles pero necesarias, hacer una apuesta ambiciosa, elegir qué otros sectores pueden reducir su presupuesto —y sí, afectarse— para asignarlo al de educación y potenciarla (defensa parece un buen candidato).

Este Gobierno, como el pasado, se ha dado palmadas en la espalda por su asignación presupuestal a la educación. En efecto, es necesario reconocer su voluntad convertida en hechos tangibles. No obstante, el reto mayor persiste. ¿Algún día nos permitiremos experimentar con una asignación presupuestal que en serio materialice el lugar común, pero cierto, de que en la educación está la clave de nuestro futuro? Valdría la pena.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

El diálogo entre el Gobierno Nacional y el sector de la educación pública en Colombia ha sido interesante. A las marchas convocadas principalmente por estudiantes de las universidades públicas del país, el presidente Iván Duque ha respondido con adiciones presupuestales que son bienvenidas. Aunque hay motivos para celebrar, queda en el aire empero la sensación de que no hay una apuesta lo suficientemente ambiciosa en el tema.

Las manifestaciones multitudinarias en las principales ciudades del país han sido conmovedoras. Los estudiantes de las universidades públicas fueron acompañados por maestros y estudiantes de universidades privadas para exigir que se empiece a solucionar el déficit del sector de la educación superior. Además de ser un enorme problema financiero, se trata de una deuda histórica con un fuerte simbolismo. ¿Cómo vamos a construir un país lleno de oportunidades si la educación sigue siendo excluyente?

El Gobierno del presidente Iván Duque respondió con adiciones presupuestales que llevaron al sector de la educación a tener $41 billones el año entrante. Se trata de un incremento del 10,9 % en relación con el presupuesto de 2018 y es, además, el mayor porcentaje de asignación dentro del Presupuesto Nacional, con un 16 % del total. Lo siguen el sector defensa, con 12,9 %, y el de la salud, con 12,4 %.

Falta, claro, ver en detalle cuántos de esos recursos van a las universidades públicas. Una queja constante de los manifestantes es que las adiciones presupuestales no atacan el problema de raíz.

En efecto, nos falta muchísimo para decir que el sector educativo está financiado como es debido. Según el Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana, “para tener una educación de calidad y cobertura comparables a las de los países de la OCDE, se necesitaría destinar alrededor de $23,4 billones anuales más a la educación primaria, $36,6 billones más para el bachillerato, y $20,7 billones más para la educación universitaria —en total, $80,7 billones”. Como referencia, el presupuesto total de la Nación es de $258,9 billones.

No se trata, por supuesto, de creer que una asignación presupuestal de ese tipo sea posible de un día para otro. Las finanzas del Estado llevan varios años golpeadas y la situación no promete mejorar pronto. Pero sí pone sobre la mesa una situación que los gobiernos suelen ignorar: no basta con hacer pequeños ajustes presupuestarios que apenas alcanzan para mantener la misma estructura.

Creemos que la educación pública debería ser la principal apuesta de Colombia. Y no, que en este momento sea el sector que más presupuesto recibe no significa que estemos haciendo lo suficiente. Una transformación verdadera implica tomar decisiones difíciles pero necesarias, hacer una apuesta ambiciosa, elegir qué otros sectores pueden reducir su presupuesto —y sí, afectarse— para asignarlo al de educación y potenciarla (defensa parece un buen candidato).

Este Gobierno, como el pasado, se ha dado palmadas en la espalda por su asignación presupuestal a la educación. En efecto, es necesario reconocer su voluntad convertida en hechos tangibles. No obstante, el reto mayor persiste. ¿Algún día nos permitiremos experimentar con una asignación presupuestal que en serio materialice el lugar común, pero cierto, de que en la educación está la clave de nuestro futuro? Valdría la pena.

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