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El viernes pasado, el presidente de la República, Gustavo Petro, utilizó su Twitter para dar un anuncio: “Después de varias discusiones hemos concertado el 95 % de la reforma a la salud, faltan tres puntos por definir. El día lunes se terminaría la ponencia que será presentada al Congreso”. Lo hacía reaccionando a una noticia de RCN Radio en la que mencionaban la precaución de los líderes de varios partidos sobre posibles “micos” en la reforma. Independientemente de la disputa política que se esté dando tras bambalinas, si en efecto hoy o esta semana se presenta la ponencia de la reforma a la salud y viene construida mediante un consenso más amplio, se tratará de un cambio radical a la forma en que empezó esta discusión. En buena hora se sentó a dialogar el Gobierno.
El plan era otro. Desde antes de presentar el proyecto de reforma a la salud, tanto el presidente de la República como la ministra de Salud, Carolina Corcho, empezaron a hablar de un mandato popular para hacer modificaciones estructurales al sistema de salud. El primer balconazo del presidente Petro desde la Casa de Nariño intentó ser un golpe de autoridad y de apoyo popular, que se vio reducido por la falta de acompañamiento en las calles. Salió mal esa actitud conflictiva pues, al fin de cuentas, el mandatario tuvo que reunirse con todos los partidos de su coalición y aplazar la ponencia de la reforma. Aunque se intente disimular, el fracaso de la estrategia del Gobierno llevó a dos grandes pérdidas: una de tiempo, pues las sesiones extraordinarias citadas en el Congreso se perdieron, y otra de talento humano, pues el ministro de Educación, Alejandro Gaviria, salió del gabinete precisamente por las críticas a la reforma que ahora parecen hacer parte de la concertación.
En todo caso, una y otra vez en este espacio hemos celebrado cuando el Gobierno Petro abandona sus versiones más conflictivas y entiende que los cambios estructurales necesitan consensos para materializarse. La reforma presentada por la ministra Corcho, además de tener serias falencias en la redacción y estructuración, planteaba una modificación radical. Implicaba desconocer 30 años de experiencia y volver a un modelo principalmente estatizado, con altos riesgos para el país.
A falta de mirar cómo queda la ponencia y si en efecto se cumple la concertación anunciada por el presidente, hay una oportunidad de oro para mejorar el sistema de salud. Por ejemplo, si se mantiene el énfasis en mecanismos de salud preventiva y herramientas para llevar el sistema a las zonas rurales que promovió el Gobierno, al mismo tiempo que se fortalece la prestación del servicio de las EPS que han funcionado bien, puede ser un punto de inflexión. Encontrar una solución a las EPS quebradas, con ayuda del Estado, mientras se reconoce la experticia y el buen trabajo de las que no han tenido escándalos de corrupción, es el tipo de reforma en que todos los involucrados pueden clamar victoria con justicia.
Ahora, no se trata de aprobar la reforma por aclamación, pero si en efecto se llegó a un consenso entre los múltiples partidos de gobierno, la discusión en el Congreso tiene el potencial de ser muy productiva. También es un buen mensaje para el Gobierno: los cambios son posibles cuando se busca la concertación.
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