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Unidad en materia de paz

Así llama la guerrilla de las Farc el punto en común que tienen con sus congéneres de guerra, el Eln.

El Espectador
17 de febrero de 2013 - 11:00 p. m.

Confluencia que hace punto aparte en las diferencias que tienen en términos de guerra, intereses generales y proceso histórico. Mucho se especula sobre un eventual acercamiento entre el Estado colombiano (el Gobierno de hoy, valga decirlo) y esa otra guerrilla de muchos años que también le ha causado un daño inmenso a este país. El Eln, al igual que las Farc, y pese a que la guerra ha sido su pie de lucha durante décadas para defender sus ideas, tiene presente una ideología que podría servir como bisagra para una negociación de paz.

Los ‘elenos’ son herméticos, misteriosos, dispersos, silenciosos. Esto hace que una posible negociación con ellos sea mucho más difícil en términos no sólo de contacto, sino también de línea de mando y de una eventual dejación de las armas en todos sus frentes. Suena desalentador el contexto, pero vale la pena hacer el esfuerzo. No sólo porque el gobierno de Juan Manuel Santos está consolidando un proceso con las Farc que anda (y del cual puede aprender), sino porque esa guerrilla está dispuesta a negociar. La simbólica llave que tenía guardada en su bolsillo parece estar rindiendo sus frutos.

Para llegar a la paz hay que acabar con la guerra y empezar con la justicia. Llevamos más de medio siglo de historia patria con la constante histórica de las balas: por un lado, las guerrillas, que pretenden defender sus ideas con ellas, con secuestros, con extorsiones y con bombazos, en una vetusta forma de ver las luchas de clases y las conquistas de los ideales de una sociedad que puede andar mejor. Por el otro está el Estado (y sus gobiernos sucesivos) que se dejan llevar por el sendero de la guerra, a veces en connivencia con fuerzas macabras, y dan bala también. Con sus errores colaterales. No es este un llamado a que la seguridad se disminuya ni mucho menos, sino que, al mismo tiempo, se pueda hablar de paz y de justicia transicional y social. Como es la lógica de un proceso de esta índole. Si existen las ganas y la voluntad, ¿por qué no intentarlo?

Es necesario en este escenario eliminar el mucho palabrerío guerrerista que rodea a toda esta intención del gobierno Santos. Con o sin procesos de paz andando, la guerra continuará, la seguridad se afianzará y, duele decirlo, muertos habrá de lado y lado. La gracia es terminar con esa práctica y empezar a construir un nuevo país en el que se pueda discutir sobre otra cosa.

Lo segundo es que los miembros del Estado que se acerquen a esta guerrilla la conozcan, ya que no es fácil ni de tanto despliegue como la de las Farc. Ellos tienen otro tipo de país metido en la cabeza, otras tendencias históricas, otras mañas, otras estrategias. Se ha oído (mas no confirmado) que en el Gobierno podría estar Sergio Jaramillo. Y del lado de la insurgencia, Pablo Beltrán, Gustavo Aníbal Giraldo Quinchía, alias Pablito; Juan Vásquez, Lorenzo Alcantuz y Juan Carlos Cuéllar. Pero tan sólo son especulaciones.

Sin embargo, esperamos que sí se esté discutiendo, al menos, una agenda primigenia que pueda desarrollarse paralelamente a la de las Farc, respetándose una de la otra y distinguiéndole a la opinión pública (y a los miembros de la eventual mesa) que las cosas son distintas y que las temáticas también. Los rumores de esta índole suelen terminar siendo verdad. Con tacto, estrategia y cabeza fría, algo bueno puede salir de todo este intento de usar la famosa llave para la paz y, por fin, conseguirla. 

Por El Espectador

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