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El Muro de Berlín o Muro de la Infamia, como se le conoció durante varias décadas, se constituyó en monumento a la intolerancia y la intransigencia. Así como fue construido, otro día de noviembre de 1989 los propios ciudadanos de la capital alemana lo derrumbaron para siempre abriéndole camino a un país unificado.
La caída del Muro de Berlín, ocurrida hoy hace veinte años, marcó un antes y un después en la historia del siglo XX. El desplome del muro que aisló a Berlín Occidental de Berlín Oriental, el muro que separaba las dos Alemanias y dividía las dos Europas -la del Oeste, bajo la protección militar de Estados Unidos, y la del Este, que obedecía al influjo de la Unión Soviética- puso fin a una página de la historia.
El Muro de Berlín debía servir como barrera. Un límite a la libertad de circulación de las personas. Su construcción inició el 12 de agosto de 1961, después de que los comunistas que gobernaban en la Europa oriental tomaran la decisión de evitar que sus ciudadanos huyeran de la Unión Soviética. Una medida torpe e injusta que habría de costar la vida de 50 personas en el primer año de construcción del muro. Calculan los historiadores que un total de 191 alemanes del este murieron tratando de escalarlo.
Su derribo le abrió paso a más de un cambio. Después de que Günter Schabowsky anunciara en una conferencia de prensa retransmitida en directo por televisión que, en adelante, los “viajes al extranjero sin presentación de un justificante” eran aceptados, no sólo inició la migración de personas. También cayeron, dos años después, los regímenes totalitarios europeos.
Por estos días en que se conmemora el fin del Muro de Berlín, es común encontrar que se activan comparaciones con otros muros de la infamia edificados en diferentes partes del mundo. Israel mantiene una separación con Cisjordania a partir de alambres, zanjas, vallas y placas de cemento con el cuestionable objetivo de proteger a sus ciudadanos de ataques palestinos. En la frontera de Estados Unidos con México puede visitarse un gigantesco muro metálico en el que, según la investigación realizada por la BBC, han sido invertidos más de US$2.400 millones con la intención de impedir el ingreso de inmigrantes indocumentados. Igual ocurre en España, en donde para frustrar la entrada de inmigrantes africanos que carecen de los permisos requeridos fueron construidas dos barreras físicas en Ceuta y Melilla. Y hay otros casos, en América Latina con el cerco a las favelas de Río de Janeiro, y en lugares más lejanos como entre las dos Coreas, India y Pakistán, Pakistán e Irán, Kuwait e Irak, etc.
Todos, sin excepción, vulneran de alguna manera el derecho internacional según criterio del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Pero de ninguno puede decirse con certeza que exprese igual antagónica división que la que el muro de Berlín puso de manifiesto. Este es el gran acontecimiento del siglo pasado. Nada nunca volvió a ser igual después de su caída. Procesos que definen la globalización se universalizaron y los referentes de la Guerra Fría perdieron su fuerza. Una nueva realidad mundial estalló en 1989.