Las verdaderas víctimas

Son varias las lecciones que quedan tras lo ocurrido con una conductora del Sistema Integrado de Transporte Público (SITP) de Bogotá, quien en un primer momento dijo que había sido abusada sexualmente dentro de un bus y luego se retractó. ?

El Espectador
29 de julio de 2015 - 03:36 a. m.

Es lamentable que esto ocurra: que los ciudadanos les mientan a las autoridades. No importan las razones que tengan para ello. Esto le implica sacrificios innecesarios a un sistema judicial debilitado y pone en tela de juicio a las mismas instituciones. También genera desconfianza hacia un sistema de transporte que trata de fortalecerse.

A eso se suma el linchamiento social de un inocente. Hubo fotos y hasta llamados para sancionar de forma violenta al supuesto agresor, como si sus derechos no importaran. Se le violó, en resumen, la sacrosanta presunción de inocencia. Algo a lo que esta sociedad se ha acostumbrado pues, antes de que se condene a un ciudadano, éste ya ha sido linchado. Salvaje destino.

Pero quizá la mayor lección es, en realidad, un llamado de atención. Lamentable que haya falsas víctimas, que haya personas que mientan inescrupulosamente buscando provecho. Pero, ojo, que haya falsas víctimas no implica, no sugiere siquiera, que la violencia y el abuso sexual sean un invento. Que las falsas víctimas no opaquen a las verdaderas. Que las mentiras de una mujer no sean tomadas como excusa para poner en tela de juicio a todas aquellas que han sido violadas y ultrajadas por sus parejas, personas en posición de poder o por grupos armados ilegales.

Que no ocurra, de repente, que las autoridades judiciales echen en saco roto las denuncias de miles de mujeres abusadas con la excusa de que algunas han mentido. Generalizar a partir de la excepción es condenar a una población a la estigmatización y a la revictimización. Es claro: quienes mienten terminan afectando, principalmente, a quienes no lo hacen, a quienes en realidad han padecido la barbarie de la violencia sexual.

Por otra parte, que la conductora del SITP haya mentido, al parecer, para obtener un beneficio laboral, no elimina las terribles condiciones en las que tienen que trabajar algunos conductores de ese sistema. Condiciones de inseguridad que ya han sido expuestas por este diario y que han llevado a estos conductores a protestar varias veces. No. Que a los conductores los agreden a diario no es un invento. De hecho, vale preguntarse por el nivel de desesperación que pudo haber llevado a esta conductora a mentir de tal forma con el simple objetivo de conseguir un cambio de ruta.

Este es un caso que de nuevo nos obliga a reflexionar sobre las falsas víctimas y la forma en que esta sociedad vulnera la presunción de inocencia de las personas. De alguna manera este caso se hermana con lo ocurrido con las falsas víctimas de la masacre de Mapiripán (Meta). Tras su confesión, varias personas pusieron en duda a las víctimas del conflicto armado e incluso dijeron que la tal masacre no había existido. Tamaña insensatez.

Pero, sobre todo, este es un caso que nos permite recordar que, aunque hay falsas víctimas, también hay personas que sí han padecido la violencia sexual y el conflicto armado. Esas son las verdaderas víctimas. En Colombia hay muchas y son reales. Una mentira no puede acallar tantas verdades.


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Por El Espectador

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