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La libertad en Estados Unidos está bajo ataque gracias a la capacidad del gobierno de Donald Trump para arrodillar a cualquier persona que se le oponga. El presidente, que está aprovechando su segundo mandato para concentrar poderes de rey en la figura de la Casa Blanca, ha empleado a sus abogados para conseguir concesiones de varias organizaciones privadas, desde universidades hasta cadenas de televisión. Solo en esta semana dos noticias sacudieron al país del norte, pues parece que la “resistencia” ante los rasgos autoritarios del mandatario está siendo reemplazada por una complicidad preocupante. Se sigue deteriorando la democracia de la gran potencia que la promovía.
En Estados Unidos es común que las disputas jurídicas se solucionen en acuerdos de conciliación para evitar los costos de llegar a los tribunales. En su mejor versión, esa herramienta permite impedir que la justicia se sature y deje contentos a todos los involucrados. Sin embargo, ahora está siendo utilizada para llegar a acuerdos públicos con el presidente Trump y ceder a todos sus deseos. Por ejemplo, la Universidad Columbia, bajo ataque de la Casa Blanca por haber sido espacio de protestas contra la guerra en la Franja de Gaza, acaba de aceptar pagar US $200 millones al gobierno federal a cambio de que este le restablezca los contratos que le permiten funcionar. Al hacerlo, también hay un compromiso por sacrificar aspectos de su autonomía universitaria y cerrar espacios de libertad de expresión en el campus. Columbia baja la cabeza y le da la razón a una administración sedienta de que todos piensen como desea el presidente Trump.
Algo similar ocurrió en el mundo de los medios de comunicación. CBS anunció, sin mucha ceremonia, que el año entrante cancelará el programa “Late Show”, del comediante Stephen Colbert, a pesar de ser el más visto durante las noches. Los argumentos fueron financieros (siempre lo son), y dijeron que no se trataba en absoluto de una consideración política. Hay, sin embargo, motivos para la suspicacia. Colbert es uno de los críticos más conocidos de Trump. A los pocos días de la cancelación se aprobó la unión de Paramount (dueño de CBS) y Skydance, valorada en US $8.000 millones. Durante meses la administración Trump había puesto palos en la rueda para la aprobación de esa unión. Paramount no solo canceló a Colbert, sino que concilió por US$16 millones una demanda que Trump puso contra el programa periodístico “60 Minutes”. ¿Será que la salida de Colbert y la conciliación fueron una manera de garantizar el fin a la obstrucción del gobierno al negocio de Skydance?
El problema no termina ahí. Este tipo de medidas solo envalentonan a Trump y a sus aliados. Después de que The Wall Street Journal publicara un artículo sobre la relación del presidente con Jeffrey Epstein se anunciaron acciones legales y se les quitó acceso a los periodistas del medio a espacios de prensa de la Casa Blanca. Hay otro puñado de demandas en curso, cuyo propósito solo es uno: silenciar a quienes tengan visiones distintas al presidente. Si no se arrodillan, si no concilian, se enfrentan a la asfixia económica y a la estigmatización desde los más altos niveles del poder. Bajo presión, la democracia necesita a voces que disientan en ejercicio de sus libertades. Eso es lo que está perdiendo Estados Unidos.
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