Vladimir Putin, presidente de Rusia, sigue enviando amenazas. A pesar de que su invasión a Ucrania ha sido un fracaso rotundo, ayer decidió hacer sonar los tambores de guerra una vez más. Esta vez, dirigiéndose a Lituania y Polonia, países de la Unión Europea que, por su cercanía geográfica con Rusia, han visto la agresión a Ucrania como una muestra de lo que les puede ocurrir. Polonia, por ejemplo, anunció que movilizó parte de sus tropas a la frontera que comparte con Bielorrusia, dado que el grupo paramilitar Wagner, liderado por Yevgueni Prigozhin, se encuentra en ese territorio. La respuesta de Putin fue decir que todo se trata de una campaña expansionista en contra del pueblo ruso y que tomará acciones. Los ecos de su justificación para invadir Ucrania son ineludibles.
“Los territorios del oeste de Polonia fueron el regalo de Stalin a los polacos”, dijo Putin. “¿Acaso nuestros amigos en Varsovia lo olvidaron? Se los recordaremos”, sentenció. Más claro no podría ser. Después de llegar a un acuerdo con Yevgueni Prigozhin, Putin permitió que el grupo Wagner se refugiara en Bielorrusia. Ahora, las agencias de inteligencia de Occidente temen que el grupo paramilitar pueda estar planeando una invasión a Polonia. Eso iría de la mano con la retórica del viernes de Putin, quien empezó a allanar el camino para decir que estaban buscando agredir a Rusia. “El fuego de la guerra está siendo encendido enérgicamente”, dijo. “En particular, (Occidente) usa las ambiciones de los líderes de algunos Estados de Europa Oriental” para fomentar la movilización de tropas.
Claro, en todo el discurso está ausente cualquier reconocimiento de que la tensión en la región fue causada por la invasión rusa en territorio ucraniano. De hecho, Putin, sin aparente ironía, señaló que “las personas en Ucrania están haciéndose una pregunta legítima: ¿para qué y por cuáles intereses egoístas están muriendo sus familiares y amigos?”. Esa es la crítica que muchos rusos han hecho a la agresión liderada por Putin, pero por supuesto que el Kremlin no lo va a reconocer a estas alturas.
Nos encontramos, entonces, en un momento de agudización del conflicto. La contraofensiva ucraniana no ha dado los resultados esperados, pero la invasión rusa tampoco ha podido avanzar gracias a la ayuda a Ucrania de la Unión Europea y Estados Unidos. Sin embargo, entre más tiempo pase y aumenten los costos, será más complejo mantener el apoyo popular en las democracias occidentales. Eso es riesgoso, porque lo que se está definiendo en Ucrania es si los delirios de grandeza de un invasor van a ser detenidos o no. Las recientes amenazas a Polonia y las quejas contra la movilización militar en Lituania dejan entrever que Putin no estará contento solo con tomar un país.
Colombia y la región latinoamericana no pueden seguir en su ambivalencia. Los llamados de paz son vacíos si no reconocen la gravedad de lo que ocurre. La invasión a Ucrania es a la vez un golpe contra las democracias liberales. Ante todo, es una tragedia humanitaria que debe parar cuanto antes.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
Nota del director. Necesitamos lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.