Es cierto que la jornada electoral no produjo el fervor al que las directivas le apostaban. Los aproximados millón y medio de votos que consiguieron los dos partidos opositores dista mucho de ser una cifra de la que puedan sentirse orgullosos. Es más, en 2006 la consulta interna de los dos partidos produjo más del doble de las votaciones.
Rafael Pardo, quien en ese entonces perdió frente a Horacio Serpa, tuvo una votación de 526.298, superior a los 376.739 con que consiguió el primer puesto el domingo pasado. Carlos Gaviria, quien en 2006 obtuvo 572.834 y se impuso ante Antonio Navarro Wolf, perdió en esta ocasión frente a Gustavo Petro Urrego, quien con 223.627 liderará en adelante las riendas del partido de la izquierda en Colombia.
Es claro, entonces, que las cifras no fueron las mejores. Pero están lejos del fantasioso certificado de defunción que algunos desean hacer extensivo a la oposición. El peso de la abstención, más común de lo que se cree en este tipo de iniciativas, no debe acongojar a quienes participaron en la contienda. A diferencia de otros partidos, se cumplió con un ejercicio democrático importante. En 2006, de manera simultánea a las consultas, hubo elecciones parlamentarias que contribuyeron a jalonar el voto. Además, se hicieron dos y no ocho meses antes de las presidenciales.
Los resultados de las consultas internas del domingo no son necesariamente un estrepitoso fracaso. Y lo serán menos en el futuro inmediato si los ganadores deducen, del bajo nivel de participación, la importancia de una alianza que torne realista el proyecto de oposición política a una segunda reelección consecutiva del presidente Álvaro Uribe. Quien ganó en esta ocasión, más allá de los triunfos individuales, fue la consulta interpartidista.
Habrá que ver, en adelante, si el Polo y el Partido Liberal escapan de la lógica del canibalismo interno con que se suelen enfrentar los candidatos ganadores de las consultas internas. En las huestes liberales parecería que Rafael Pardo quedó en un cómodo primer lugar, seguido de lejos por la revelación, Aníbal Gaviria. No parece, en consecuencia, que Pardo deba enfrentar demasiada guerra interna.
El caso de Gustavo Petro, de quien ciertamente no se esperaba una victoria, tiene otros matices. Importante resaltar que si su éxito se debe, como él mismo lo dijo, a las denuncias contra el paramilitarismo y el control político realizado desde el Congreso, es de esperar que la sociedad corresponda con votos a esta gestión pública. De lo contrario significaría que la parapolítica no dejó ninguna consecuencia electoral. Para bien o para mal, nada asegura tampoco que la maquinaria de su partido, mayoritariamente hostil a su candidatura, ahora no se abstenga de entrar en una guerra sucia de la que sólo el uribismo se beneficiaría.
Un primer balance de las consultas confirma que, en caso de que el presidente Uribe esté habilitado para competir en las elecciones presidenciales de 2010, las posibilidades de detener su llegada al poder dependen de una alianza entre candidatos de la oposición y otras opciones políticas interesadas, como es el caso del candidato de Cambio Radical, Germán Vargas Lleras, y el elegido de tres ex alcaldes de Bogotá que hoy lideran el Partido Verde Opción Centro.