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El presidente de la República, Gustavo Petro, está en un momento crítico para definir cuál será su legado. El abuso del Consejo Nacional Electoral (CNE) desató su versión más combativa y lo llevó a convocar a sus bases a las calles; todo esto mientras, en paralelo, su ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, ha logrado avanzar en la construcción de un acuerdo nacional con distintas fuerzas políticas. La pregunta sobre la mesa, entonces, es si el Gobierno se dedicará los dos años cortos que le quedan a los discursos, los balcones, los señalamientos incendiarios, las marchas y la hostilidad, o si buscará consensos mínimos que le permitan obtener triunfos negociados en el Congreso. Midiendo el ambiente político, no es posible combinar ambas formas de lucha. Y sería un error histórico que el mandatario dejara hundir las reformas en curso.
Como discutimos en el transcurso de esta semana, la decisión del CNE, no sobre la campaña pero sí contra el presidente de la República, es una instrumentalización dañina de la institucionalidad. Sin embargo, la misma institucionalidad tiene las herramientas para enmendar el error. En todo caso, al presidente Petro no lo van a tumbar, como tanto pregona. Incluso si estuviese en curso un “golpe blando”, los tiempos no darían. Antes de cualquier eventual decisión por parte de la Comisión de Acusación se terminaría el período presidencial. El Gobierno tiene, entonces, asegurada su permanencia en la Presidencia.
Y lo sabe. El riesgo que sí corre, entonces, es claudicar a este tiempo por estar concentrado en la confrontación con el CNE y con las conspiraciones que proclama. Está bien que se convoquen marchas para protestar contra lo que ocurrió esta semana, pero si eso conlleva al establecimiento de una asamblea permanente de manifestaciones y a que el presidente Petro utilice su cuenta de X para seguir rompiendo relaciones con todo el mundo, el efecto colateral es que no habrá capacidad de liderar las reformas en la rama Legislativa. Serían dos años de constante campaña política en los que se perderían varias buenas ideas que ha propuesto la Casa de Nariño en el Congreso y se podrían concertar.
Desde su discurso de posesión, el presidente Petro ha propuesto un acuerdo nacional. No se ha materializado por múltiples razones, pero una de ellas, quizá la más importante, ha sido la constante agresividad del mandatario con sus posibles aliados. El mismo presidente lo ha reconocido de manera tácita, al nombrar a un político del perfil y talante de Juan Fernando Cristo en el Ministerio del Interior. En estos meses, el ministro ha conseguido entablar diálogos, construir puentes con distintas fuerzas políticas y ha planteado una propuesta que, aunque muy general, puede ser la base sobre la cual construir ese acuerdo nacional. Sí, un sector de la oposición sigue cerrada a cualquier concesión, con la mirada en el 2026, pero hay otros muchos que quieren trabajar con el Gobierno y son suficientes para sacar adelante reformas dialogadas.
Presidente, el país necesita una reforma a la salud que atienda la crisis, una reforma política que ayude a reparar tantos problemas diagnosticados, y, en el corto plazo, una ley de financiamiento razonable, entre tantas otras urgencias. Si los consigue aprobar, su legado será positivo para Colombia. Recupere la apuesta por el acuerdo nacional, todavía está a tiempo.
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