El auge y caída de la industria

Salomón Kalmanovitz
15 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.

La industrialización colombiana nunca fue un serio propósito nacional. La protección frente a la competencia externa, el crédito subsidiado o la intervención directa del Estado a través del Instituto de Fomento Industrial a favor de la industria fue más débil que en las economías latinoamericanas más avanzadas, como Brasil, Argentina o Chile. Esta ausencia de voluntad hizo que el desarrollo industrial en Colombia fuera superficial, de corto aliento, mientras que la desindustrialización fue rápida y de gran impacto. Este es el principal argumento de un trabajo de Carlos Brando y mi persona, presentado en un seminario sobre el tema llevado a cabo en la Universidad Jorge Tadeo Lozano el pasado 12 de octubre.

Entre 1930 y 1975 la industria creció al 7,5 % anual, bastante más que la riqueza total que lo hizo casi al 5 %, gracias al largo auge cafetero y a la protección natural que permitió la Gran Depresión mundial de los años 30 del siglo pasado. Los gobiernos conservadores de Ospina, Gómez y Rojas, además de todos los del Frente Nacional (excepto el de Lleras Restrepo), le brindaron más protección y crédito a la agricultura que a la industria, aunque esta también se benefició.

Para el período 1975-2015, la industria creció un poco más del 2 % anual, mientras la economía lo hacía casi al doble. Confluyeron en esta etapa políticas que favorecieron más la construcción y al sector financiero, sobre todo a la minería incluyendo el petróleo, a partir de los años 80; también en los 90 confluyó la cancelación de las políticas que habían favorecido a la industria. La participación de la minería creció desproporcionadamente en las exportaciones financiando un gran volumen de importaciones que desplazó parte de la industria doméstica.

En 1975 la industria atendía el 85 % de la demanda interna con lo que producía, mientras en 2015 había reducido su participación al 60 %. Destacan la industria textil (de 2 % al 52 % atendido por importaciones), el calzado (del 0,5 % al 20 %) y los autos (de 36 % al 72 %). El proceso de desplazamiento es más grave de lo que muestran las cifras porque el narcotráfico financió con una tasa de cambio muy baja un enorme monto de contrabando técnico, frente al cual los sanandrecitos son un juego de niños. La alta tributación, el IVA y los parafiscales también deterioraron la rentabilidad industrial.

La industria también ha cambiado su estructura: la contabilidad, el aseo, la seguridad, la alimentación y el transporte salieron de la fábrica y son subcontratadas a empresas de servicios especializadas, ahorrando costos y reduciendo el personal que puede llegar a sindicalizarse, por lo cual las cifras de valor agregado subregistran su tamaño. Aún así, contando toda la cadena industrial también se evidencia su pérdida de participación en la riqueza, aportando solo el 3 % del empleo total.

La industria colombiana perdió importancia además porque carece de las economías de escala que tiene Brasil con su gran población o México con su participación en el tratado comercial que sostiene mal que bien con Estados Unidos y Canadá; pero también por el atraso de su infraestructura de transporte y portuaria, la pobre inversión en educación, investigación y desarrollo y la falta de visión de sus elites para concebir un proyecto de desarrollo y adelantarlo con voluntad y persistencia.

Por eso también consideran la educación superior como un lastre y no como una fuente de riqueza.

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