El balanceo

Santiago Montenegro
18 de febrero de 2018 - 08:10 p. m.

El columnista de The New York Times y premio Nobel de Economía Paul Krugman siempre ha criticado lo que él llama el “balanceo” que hacen muchos analistas y medios de comunicación cuando comentan hechos sociales y políticos. Por ejemplo, en el afán de aparecer imparciales, decía Krugman, durante la pasada campaña electoral de los Estados Unidos, dichos comentaristas, cuando criticaban algo de un candidato, se sentían en la obligación de criticar también algo del candidato opositor. Si en un artículo comentaban un comportamiento sexualmente reprobable de Trump, tenían que equilibrarlo con algo malo que había hecho la señora Clinton o su esposo, el expresidente Bill Clinton. Y así, en prácticamente todos los temas.

Con toda razón, Krugman argumenta que, en muchas esferas, este afán de “balanceo” es una costumbre reprobable, porque desinforma, aleja de la verdad muchos hechos y vuelve moralmente equivalentes los comportamientos de gobiernos, partidos o candidatos, cuando en realidad no lo son.

Este balanceo que denunciaba Krugman para los Estados Unidos, también lo podemos encontrar acá en Colombia. Por ejemplo, para citar un caso reciente, hace unos días los medios de comunicación reseñaron el informe “Voces de una guerra sin edad”, del Centro Nacional de Memoria Histórica, sobre el reclutamiento de menores por los llamados actores del conflicto en Colombia, desde 1960 hasta la fecha. Debo reconocer que no he leído el informe, pero sí las reseñas de los periódicos, incluyendo una entrevista que hizo El Espectador a su investigadora principal, Katherine López. En esta entrevista se aclara que se han registrado casi 17.000 casos de reclutamiento de menores por parte de todos los “actores del conflicto”, pero hay solo tres casos documentados por parte de las “fuerzas estatales”. O sea, la inmensa mayoría de los casos documentados pertenecen a los grupos armados ilegales, como las Farc, el Eln y los paramilitares. Lo increíble es que, a pesar de ello, “el informe no dice que la responsabilidad mayor es de uno o de otro, el informe no se mete con responsabilidades”. Es decir, se pone al Estado, y a las Fuerzas Armadas y de Policía, en el mismo plano que los grupos ilegales, como violadores de los derechos de los niños, a pesar de que el mismo informe señala que la práctica totalidad de la responsabilidad del reclutamiento de los niños ha sido de los grupos ilegales. Es también sorprendente que los medios de comunicación no hayan controvertido dicha conclusión, así como tampoco lo haya hecho el ministro de Defensa, como cabeza política de las Fuerzas Armadas y de Policía.

Algo parecido está sucediendo cuando se comentan los hechos que están ocurriendo en Venezuela. Varios analistas y columnistas reprochan que se critique a la dictadura de Venezuela sin que, al mismo tiempo, se reconozcan las violaciones a los derechos humanos, la corrupción y la violencia en Colombia. ¿Por qué tiene que ser obligatorio criticar a Colombia cuando se denuncia la dictadura de Venezuela?

Por supuesto, Krugman tiene toda la razón en rechazar este tipo de balanceo. Quienes así actúan, distorsionan la realidad, atentan contra la verdad y colocan en un mismo plano moral a gobiernos, a instituciones y a personas que han actuado en forma diferente. A los responsables de hechos protuberantes, como la dictadura de Maduro, y los violadores de los derechos de los niños, tenemos que llamarlos por sus nombres.

 

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