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El Barbosa que hay en ti

Claudia Morales
31 de julio de 2020 - 05:00 a. m.

Hace un mes, gracias a Cuestión Pública, conocimos el viaje a San Andrés del fiscal Francisco Barbosa; su esposa, Walfa Téllez; su hija; una amiga de la hija; su amigo el contralor Felipe Córdoba y la esposa, Marcela Yepes. También fueron públicos otros viajes de Barbosa en el avión oficial, entre ellos a una fiesta en Pereira por el cumpleaños de Yepes.

Barbosa y Córdoba respondieron bien bravitos y dijeron que era el colmo que les criticáramos el hecho de viajar para estar cerca de los problemas de las regiones. Barbosa, además, argumentó que es un gran papá y que por encima de sus funciones está ese rol. El mensaje es claro: no frieguen, para eso están los privilegios de la función pública.

A dos empleados del Estado que forman parte de la rosca que se rota los puestos no les va a pasar nada. Así que dejo aquí esa frustración y no insistiré en el papel de unas autoridades que debieron investigar, pero que saben cuándo mirar para otro lado.

Barbosa es el reflejo del vivo, que no solo aplica a quien tiene y se adjudica a su antojo beneficios por su cargo, sino a todos los que, con un vestido bien planchado de arrogancia, incumplen las normas creyéndose inmortales, pisoteando a los demás y, claro, riéndose de la impunidad ante sus actos. Los hay de todos los estratos, oficios y edades; los hay en los pueblos y en las grandes ciudades.

Muchos no disponen de un avión oficial para ir a paseos durante la pandemia, pero sí de fincas donde hacen parrandas; de autoridad para despreciar las mínimas normas de cuidado porque son una perdedera de tiempo; los que pelean cuando exigen el pico y cédula y se las ingenian para entrar a los sitios con esa restricción. Los que entran a un supermercado, se quitan el tapabocas, estornudan encima de los tomates y las zanahorias, y siguen como si nada. Los que viven de permiso en permiso logrando hacer lo que al común de la gente le es prohibido.

Esta pandemia, también, exacerbó la discriminación y le puso un reflector con luz neón a la desigualdad social. Aquí el vivo sale adelante, y eso se celebra o se calla alrededor para no incomodar. Eso es posible porque olvidamos o, mejor, nunca supimos qué es la sanción social. Los ciudadanos como Barbosa son expertos en perpetuar los círculos viciosos en vez de crear círculos virtuosos. No hacen falta más multas, sino dejar de hacerles venias a los indisciplinados, para que se sientan repudiados por el daño que hacen.

Colombia alcanzó los 10.000 muertos por COVID-19, y siempre habrá quien responda que eso no es tanto y que ha muerto más gente por equis o ye razón. Esa cifra no tiene nombres ni dolientes que le importen al colectivo, es una estadística más, como la de las masacres.

Me confieso harta de ser una testigo impotente de las acciones de los barbosa, y de estar creando razones rebuscadas para explicarle a mi hija por qué ella sigue encerrada mientras otros hacen lo contrario. Estoy cansada de ser obediente, de cuidar a mi familia y a los empleados y clientes de la librería con tanta rigurosidad. Hago esta declaración no porque me vaya a volver “una barbosa”, sino porque tengo miedo de tanto sacrificio responsable mientras a mi alrededor la anarquía se impone.

Yo, como muchos colombianos, necesito trabajar para vivir, quiero viajar a ver a mi papá y que mi hija pueda pasear. Ojalá eso lo pensaran, solo por un minuto, los barbosa. Porque es su comportamiento el que nos devolverá a un encierro radical, cuando no a la muerte como final, gracias a su estúpido comportamiento.

@ClaMoralesM

* Periodista.

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