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El Campari, una historia proveniente de Turín

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Hugo Sabogal
18 de mayo de 2008 - 02:27 a. m.
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Desde su introducción, en 1860, en el norte de Italia, el Campari no ha logrado vencer una candente dicotomía: se le ama o se le odia, No hay términos medios. Y esto se debe, en grandísima parte, a que se trata de una bebida amarga y densa, que obliga a diluirla con hielo, soda o naranja (en zumo o en casquetes) para sensualizarla. Ahora, si la mezcla funciona, ya no hay marcha atrás.

El responsable de construir este elíxir de embrujo fue Gaspare Campari, un entusiasta mezclador de bebidas que trabajaba en el clásico bar Bass, de Turín, la capital piamontesa. Allí, desde temprana edad, preparaba brebajes con yerbas, con lo que, de alguna forma, mantenía viva una tradición heredada de los monjes europeos del siglo XVI, quienes fabricaban infusiones alcohólicas para purgar el cuerpo y, por supuesto, el alma.

En las recetas figuraban la quina, el clavo de olor, la salvia, la artemisa y la genciana, entre muchas otras. Pero si nos devolvemos unos milenios más atrás, romanos, griegos y egipcios también buscaron bebedizos herbáceos, tanto para uso medicinal como lúdico. En dicho sentido, el joven Campari no hizo más que modernizar la tradición y probar nuevas mixturas. En su caso, incluyó sesenta yerbas distintas para obtener su colorido licor. En su tiempo, la fiebre por las bebidas aromáticas era tal, que otros colegas suyos exploraron el mismo camino. Entre ellos estaban Alessandro Martini y Carlo Gancia, aunque un siglo antes los hermanos Carlo Stefano y Giacomo Cinzano ya habían introducido, en Turín, su vermouth Rosso, también elaborado con herbajes.

Inicialmente, Campari bautizó su compleja invención con el nombre de Bitter all’uso d’Hollandia, en referencia al éxito alcanzado en aquella época por una serie de tragos alcohólicos holandeses. Después empezó a conocerse, simplemente, como Campari.

Tan enrevesada es su fórmula que ha conseguido esclarecerla. Incluso hoy, la única persona que la conoce al dedillo es el presidente de Campari, quien elabora la fórmula junto con un reducido equipo de técnicos. Estos, sin embargo, sólo la conocen de forma parcial.

Justamente, la sensación amarga y ácida del Campari es el factor clave para despertar los sentidos gustativos y preparar el paladar y el estómago para disfrutar de un buen plato. Y aunque, en la actualidad, el Campari se ofrece en varios estilos y mezclas para acomodarse a distintas ocasiones de consumo, la principal función de la bebida es servir de aperitivo. Con más de dos vasos se pierde la gracia.


Que se sepa, la mezcla del Campari incluye plantas como la quina, el rubarbo y el ginseng, así como cáscaras de naranja y trozos de corteza de un árbol llamado Cascarilla, muy popular en las Bahamas y otros países suramericanos. Todos los 60 ingredientes se maceran en una mezcla de agua destilada y alcohol durante un período de dos semanas, y queda listo para consumirlo. Por lo que se sabe, el color proviene de una sustancia natural llamada carmín cochineal.

Muy apreciada por bebedores ilustrados, el Campari ha sido el fiel acompañante de legendarias figuras literarias y cinematográficas como Ernest Hemingway, William Holden, Sylvester Stallone y Christina Aguilera. El agente secreto James Bond también mostró en el celuloide su debilidad por el Campari, pero en preparaciones como el Negroni y el Americano.

En la actualidad, la casa Campari vive un agitado renacimiento, alrededor del concepto de la “pasión roja”. Su botella se ha vuelto más estilizada y sus posibilidades de mezcla y cocteles también es más amplia.

Mi forma predilecta de tomarlo es con jugo de naranja y soda (aunque en muchos restaurantes colombianos insisten en el zumo de mandarina, que no es igual). Por lo general, prefiero hacer yo mismo la mezcla en la mesa y por eso ordeno los tres líquidos por separado. El propósito es lograr un equilibrio perfecto entre el amargo de la bebida y el cítrico dulzor de la naranja. La efervescencia del agua carbonatada le otorga vivacidad.

Es evidente que el Campari puede consumirse en todos los climas, pero, en mi experiencia, se disfruta mejor a la orilla de una piscina, en una terraza veraniega o a la orilla del mar. Para la noche opto por un Negroni, mezcla de Campari, Vermouth dulce y Ginebra.

El volumen de alcohol del Campari es de 20,5% por botella, con un nivel de pureza de 41 grados. Eso sí, no fue hecho para tomarse puro.

Las formas del Campari

Campari Naranja. Llene un vaso con hielo y coloque una parte de Campari por tres de jugo de naranja, y ya está.Campari en las rocas Sírva un trago de Campari en un baso con abundante hielo. Adorne con un casco de naranja.

Negroni. Coloque una generosa cantidad de hielo en un vaso corto y añada, por partes iguales, Campari, Vermouth rojo dulce y  ginebra de buena calidad. Engalane con una rodaja o casco de naranja.

Americano. Repita el ejercicio anterior, es decir, coloque una generosa cantidad de hielo en un vaso largo, luego vierta una parte de Campari y otra de Vermouth rojo dulce. Complete con soda y corone con una rodaja de naranja.

Shakerato o agitado. Sirva Campari al gusto en un vaso con bastante hielo. Luego agite en un mezclador y sirva en una copa de Martini previamente enfriada.

Campari Seltz. Llene un vaso con hielo, eche una parte de Campari y cuatro de soda. Adorne con una rodaja de naranja.

¡Y a disfrutar!

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