El capitalismo de la vigilancia

César Rodríguez Garavito
26 de abril de 2019 - 06:10 a. m.

Cuando se escriba la historia de este siglo, 2019 aparecerá probablemente como el año en que bautizamos y entendimos el nuevo sistema económico en que vivimos. Y si la historia es justa, una académica y una periodista figurarán entre las protagonistas del momento.

Shoshana Zuboff, sicóloga social y profesora de Harvard, le dio el nombre justo: la era del capitalismo de la vigilancia. En las 700 páginas del libro que lleva ese título, Zuboff disecciona esta estructura económica peculiar, en la que los humanos ya no importamos como trabajadores o clientes, sino más bien como productores desprevenidos y gratuitos de la mercancía más valiosa: la información sobre los detalles más mínimos de nuestras vidas, desde quiénes son nuestros amigos hasta dónde vamos o comemos, qué compramos y qué páginas de internet consultamos en la engañosa privacidad de la avanzada noche. Detalles coleccionados diligente y silenciosamente por los maestros de la economía de la vigilancia, como las compañías GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple) y las demás empresas y Estados que usan la información de GAFA o coleccionan otros datos con sus propias plataformas y cámaras de vigilancia.

El capitalismo de la vigilancia pone en jaque la democracia, como explicó hace unas semanas la valerosa periodista Carole Cadwalladr en ese templo de Silicon Valley que son las conferencias TED. La periodista de The Observer fue quien reveló el año pasado cómo el resultado del referendo del brexit fue decidido por la meticulosa manipulación que Cambridge Analytica hizo de los miedos de 87 millones de votantes cuyas conductas y emociones habían sido rastreadas por Facebook.

Zuboff y Cadwalladr son los canarios en la mina de carbón, las mensajeras del riesgo existencial que respiramos y que, junto con el cambio climático, son los dilemas definitorios de nuestro tiempo. Si quedaba alguna duda, The New York Times publicó por los mismos días una serie tan contundente como alarmante sobre el presente del capitalismo de la vigilancia.

Vale la pena tomarse el tiempo de leer esa joya de periodismo investigativo que es el Proyecto Privacidad del NYT. Quien lo lea saca en limpio que, si no restringimos el poder de los capitalistas y los Estados de la vigilancia, estamos entre dos extremos. Uno es el panóptico desregulado de Facebook y las compañías de recolección masiva de datos que documentó Cadwalladr. El otro es el modelo de vigilancia estatal que China está aplicando a sus propios ciudadanos, especialmente a los millones de “sospechosos” de ser críticos y minorías étnicas como los uyghur.

Si los dos modelos suenan lejanos, basta ver que China le vendió el sistema de vigilancia al gobierno de Rafael Correa en Ecuador y éste lo usó para espiar opositores. Y que las legislaciones de Colombia y América Latina están lejos de proteger la privacidad de nuestros datos como lo hacen otras, como las de Europa o California.

Como lo dijo Zuboff en una entrevista reciente, es tiempo de entrar en pánico por el poder de los nuevos vigilantes. Y de poner en cintura el poder que han amasado con nuestras vidas privadas.

 

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