El caso escandaloso del fiscal

Hernando Gómez Buendía
25 de noviembre de 2018 - 05:00 a. m.

Fue el estudiante estrella de su generación y hoy es el abogado más hábil del país.

Gracias a su talento y a su olfato, Néstor Humberto Martínez fue superintendente bancario en tiempos de Gaviria, ministro de Justicia de Samper, ministro del Interior de Pastrana, embajador, superministro de la Presidencia de Santos, cofundador de Cambio Radical y asesor de cabecera de la familia más rica de Colombia hasta la víspera de ocupar la Fiscalía.

Este último detalle fue el que no quisieron notar el presidente Santos, que lo incluyó en la terna, y los 17 magistrados de la Corte Suprema de Justicia que pusieron de fiscal a la mano derecha de quien tiene los mayores negocios con el Estado que ellos debían representar.

Luis Carlos Sarmiento fue también alumno estrella de su generación y es fácilmente el mejor ingeniero de Colombia. Gracias a su talento y sus palancas pasó de constructor de viviendas a banquero que hoy controla cuando menos el 25 % del sector, a invertir como quiere la mitad de los ahorros pensionales, a lucrase más que nadie de la deuda incurable que padece el erario colombiano y, por supuesto, a contratista de las vías G-4 que hoy enredan a su hijo con la Ruta del Sol II.

Más que los otros pulpos económicos, Aval tiene la doble y tentadora condición de que todos sus negocios estén en Colombia y de que todos dependan de las regulaciones del Estado. Eso sí, si hubiera riesgo de que la banca estadounidense le corte el crédito a Aval por corrupción, el presidente Duque tendría que hacer todo para evitar la crisis financiera del país.

Ese es todo el misterio. Lo demás son consecuencias naturales de haber escogido a Martínez entre los muchos buenos abogados que tiene Colombia, consecuencias que todos esperábamos y cuya única sorpresa ha consistido en que ahora se divulguen los detalles. La filtración, por supuesto, no se debe a las pesquisas de la Fiscalía colombiana, sino a que un juez de Nueva York decidió destapar el caso Odebrecht, y a que después se agravó la situación porque la US Securities and Exchange Commission puede caerle a Aval una vez que el hijo de Sarmiento finalmente decidió inscribir sus acciones en la bolsa neoyorquina.

No es fácil que los medios peleen con sus dueños ni con sus anunciantes, pero hace un mes que vienen conversando sobre “chivos expiatorios” en la ANI y en Corficolombiana, averiguando cada pormenor de la jugosa e increíble historia del padre e hijo muertos por infarto o cianuro y —por si hiciera falta— retransmitiendo las conversaciones escabrosas entre el padre difunto y el fiscal general de la Nación.

Un extranjero diría simplemente que pasaron las cosas que iban a pasar. El abogado bueno no divulga ni debe divulgar los secretos vergonzosos que le cuente su cliente: Néstor Humberto es un buen abogado. Un fiscal general debe decir que no sabía que hubiera delitos específicos: Martínez es el fiscal. Los periodistas deben demostrar que el funcionario se contradice o tiene rabo de paja: Colombia es campeona del periodismo de investigación.

Los indignados exigen que Martínez renuncie a la Fiscalía. Yo, que a veces me siento extranjero, digo en cambio que no debió buscar el cargo y que a ningún presidente o magistrado se le debió ocurrir un atropello tan ramplón.

*Director de la revista digital Razón Pública.

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