El castrochavismo

El castrochavismo prácticamente desapareció. Muertos sus principales ideólogos, Fidel Castro y Hugo Chávez, ya de eso no hay nada que hablar. Maduro es un sobreviviente de una banana republic, por eso es maduro.

El jefe de la revolución cubana se había conocido con quien años después sería su gran aliado el 14 de diciembre de 1994, cuando Chávez solo soñaba con gobernar Venezuela. Acababa de salir de la cárcel cuando fue a visitar La Habana por primera vez y Fidel Castro lo recibió en la escalerilla del avión.

Ya elegido presidente en 1999, se volvieron a encontrar. Así cuenta la escena García Márquez: “Nos habíamos conocido (con Chávez) tres días antes en La Habana, durante su reunión con los presidentes Castro y Pastrana”. (El enigma de los dos Chávez. El amante inconcluso y otros textos de prensa. Cambio. 2000. p. 30).

Allí nació el castrochavismo. Pastrana fue a abrazar a los dos líderes a Cuba. ¡Quién lo creyera! Reunidos Castro y Chávez, y el presidente colombiano como testigo de esa coalición. Eran los tiempos en que el hoy expresidente le jugaba a la izquierda, luego de ganar la Presidencia por un reloj que le regaló a Tirofijo. Después vendrían la silla vacía y el despeje del Caguán para que las Farc se reorganizaran.

Es que la política es dinámica. Además del reloj —obsequiado en mala hora—, Pastrana puso como vicepresidente a Gustavo Bell, quien hoy dirige las conversaciones con el Eln. Lo puso para ganarse los votos de la costa. Y Humberto de la Calle, el gran candidato liberal, negociador con las Farc, fue su ministro del Interior. Le tocó fácil hacer la U, a pesar de que hoy no tiene ningún parlamentario. Cuentan que nadie lo llama, ni por teléfono ni por Telésforo.

Por eso, se asegura que el castrochavismo murió, luego de que Fidel y Chávez están en el más allá. El único que sobrevive es Pastrana, en el más acá.

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