El derrumbe de la economía venezolana

Salomón Kalmanovitz
11 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

La economía de Venezuela depende fundamentalmente del petróleo pesado que produce. Este se procesa en refinerías especializadas, concentradas en el Golfo de México, en el estado de Luisiana, aunque algo se procesa en China e India. Hacia el año 2000, Venezuela estaba produciendo por encima de los tres millones de barriles diarios. Las huelgas de PDVSA en 2002 y 2003, organizadas por un frente de empresarios, directivos e ingenieros para frenar las reformas de Chávez, fueron seguidas por el despido masivo de sus administradores y técnicos, lo que afectó negativamente la producción en más de medio millón de barriles diarios. Poner a los cuadros leales del chavismo, sin formación adecuada, a administrar un negocio muy complejo de por sí fue deteriorando la capacidad de la empresa estatal, que era además ordeñada para financiar las dádivas sociales y subsidiar el consumo de gasolina de los países caribeños.

Cuando Maduro asumió el poder, en el año 2012, la producción estaba en 2,4 millones de barriles diarios para deteriorarse mucho más de allí en adelante: en 2017 era de 1,5 millones diarios y el año pasado se redujo a un millón de barriles, cuando fue entregada a la Guardia Bolivariana para que la administrara. Con el boicot financiero norteamericano y la pérdida de control sobre su filial Citgo en Estados Unidos, las perspectivas de la empresa estatal se oscurecen más. El colapso del sistema eléctrico está asociado a la misma tendencia de destituir al cuerpo técnico y experimentado de la administración, con el consecuente desgreño e imprevisión en el mantenimiento del que fuera uno de los sistemas eléctricos integrales más modernos del mundo.

Otro de los huecos negros del manejo de Maduro fue la macroeconomía que quizá consideró una ciencia neoliberal, mientras estaba convencido de que el banco central era un milagroso aliado capaz de multiplicar los panes. Bajo Chávez, la inflación oscilaba entre 20 y 40 % anual, mientras abundaban los productos importados con un petróleo a US$130 el barril. En 2015 la inflación rondaba el 160 %, las imprentas del régimen no daban abasto y se importaron millones de billetes que cada vez valían menos. En 2018 la inflación terminó en 1,3 millones por ciento aproximadamente, porque nadie la puede medir, racionando los pocos bienes disponibles a los militantes, porque ya no alcanzaban siquiera para los simpatizantes de Maduro, bastante alienados del chavismo original. Cada ciudadano venezolano ha perdido unos 11 kilos de peso.

El impacto que ha tenido la administración incompetente y corrupta de Maduro ha sido la destrucción de más de la mitad de la economía venezolana. Según cifras publicadas por la BBC, la economía vecina se contrajo 16 % en cada uno de los últimos tres años, a lo que hay que sumarle otro 10 % de contracción en 2014 y 2015. Las expropiaciones del sector privado que hizo Chávez a partir de 2003, más la pésima administración en el sector socializado, explican esta enorme tragedia, marcando una de las contracciones económicas más agudas registradas en la historia de la humanidad.

Las consecuencias para la salubridad pública también han sido negativas: se calcula que hay más de 600.000 casos de malaria, cuando este mal estaba prácticamente controlado en Venezuela. Enfermedades como el sarampión amenazan tornarse endémicas, con más de 3.500 casos reportados en 2018. Para rematar, la fiebre aftosa se ha presentado en ambos lados de la frontera.

 

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