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El dilema de Washington

Marcos Peckel
09 de febrero de 2011 - 04:16 a. m.

Las protestas en el mundo árabe desnudan las contradicciones que enfrenta la Casa Blanca.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y sus asesores parados frente a un mapa de Oriente Medio en la oficina oval, deben estar preguntándose qué es lo que tiene esa región que la hace tan compleja de entender, por qué los hechos en el terreno resultan muy diferentes a lo por ellos esperado y qué hacer para romper el ciclo de equivocaciones y desaciertos que ha dado como resultado un deterioro en el posicionamiento estratégico americano en la región.

Oriente Medio es mucho más complejo que la simplicidad con la que la diplomacia americana tiende a veces a percibirlo, a través de un prisma que sólo refracta blanco y negro, entre países “moderados”, léase pro americanos, y “extremistas”, léase antiamericanos. La lucha contra el terrorismo de George W. Bush, paradigma de esa visión, afectó de manera grave los intereses americanos en Oriente Medio.

La invasión de Estados Unidos a Irak y el derrocamiento de Sadam Husein constituyen un significativo revés estratégico para Estados Unidos, al remover del poder a quien hacía contrapeso regional a los ayatolás en Teherán.

En Irak hay actualmente decenas de miles de soldados americanos, pero es imposible estabilizar el país sin el concurso de Teherán, que influye en los partidos chiitas, que son mayoritarios y detentan el poder. Como resultado del ascenso iraní, Estados Unidos parece haber realineado su política entre amigos y enemigos de Teherán, cayendo una vez más en el mismo maniqueísmo simplista.

En Líbano, donde confluyen todas las fallas geopolíticas regionales, acaba de caer el gobierno “pro occidental” de Saad Hariri gracias a un golpe maestro de Hezbolá y sus aliados. Hezbolá, que representa a la mayoría chiita del Líbano y también los intereses iraníes, que ha sido en el pasado un grupo terrorista, en los últimos años se ha dedicado mucho más a la actividad política y su preponderancia en Beirut es indiscutible. Sin embargo aparece en la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado, lo cual impide a Washington tener contactos con este grupo.

El estancado proceso de paz entre Israel y los palestinos, uno de los principales objetivos de Obama al llegar a la presidencia, muestra también los límites de la diplomacia americana y uno de sus grandes fracasos. Mientras los palestinos estén divididos entre Fatah, que controla Cisjordania, y el grupo islamista Hamas, que ocupa Gaza, y que también aparece en la lista de terroristas de EE.UU., no hay posibilidad de que se avance en un acuerdo de paz. Israel, entre tanto, se da el lujo de decirle no a la petición americana de congelar la construcción en los asentamientos en Cisjordania.

Otro de los casos dramáticos para Estados Unidos en su retroceso en la región es Turquía, país miembro de la OTAN, del G20 y que en los últimos años, al haber sido rechazado por Europa en su pretensión de entrar a la comunidad europea, ha ido formando nuevas alianzas y forjando un nuevo rol de liderazgo regional contrario a la visión de Washington. Turquía, hoy en poder del partido AKP —Progreso y Desarrollo—, de tendencia islamista, rompió la larga alianza estratégica y militar con Israel, ha estrechado lazos con Irán y Siria, mantiene contactos permanentes con Hezbolá y Hamas, y lleva a cabo una diplomacia paralela en el tema nuclear iraní.

Y para completar, estalla con furia la calle árabe en Túnez, Egipto, Yemen y Jordania contra regímenes aliados de Estados Unidos y una vez más Washington se encuentra haciendo malabares entre apoyar regímenes despóticos, corruptos y excluyentes, pero amigos, y los deseos de la calle que lucha por los mismos valores que han sido pilares de la sociedad americana, democracia y libertad, y que podría llevar al poder, por las urnas, a enemigos de Washington. El eterno conflicto entre los intereses y los valores que colocan a Estados Unidos contra la pared y desnudan sus contradicciones cada vez que una crisis estalla.

Este dilema diplomático y político no lo enfrenta nunca China, que desarrolla una diplomacia puramente de intereses, independiente de quién está en el poder, sin descalificar a nadie, ya sean dictadores, demócratas o terroristas, calibrando únicamente qué tantos negocios se puede hacer con este o aquel régimen, qué tanto petróleo tienen y qué tantos productos chinos pueden comprar. Las crisis regionales no afectan a China, que en Oriente Medio mantiene excelentes relaciones comerciales y de otra índole con Israel, Irán, Siria, Arabia Saudita y Turquía. Los chinos ni se han manifestado frente a la crisis egipcia ni nadie espera que lo hagan. Harán negocios con el que suceda a Mubarak, sea quién sea.

Obama sigue mirando el cambiante mapa de Oriente Medio, ya muy diferente a aquél que había cuando comenzó su mandato, calculando su próxima movida, esperando aprovechar la actual crisis como una oportunidad para detener el declive de Estados Unidos en una región crítica para sus intereses.

 * Analista, especialista en Oriente Medio

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