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El embajador de EE.UU. y el golpe de 2002 en Venezuela

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09 de septiembre de 2009 - 03:17 a. m.
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El embajador Brownfield leyó con gran interés la entrevista de ayer con el señor Corredor (El Espectador, ‘No somos chavistas’, página 4).

Llamó su atención la afirmación de que él había participado en el intento de golpe de Estado de abril de 2002 contra el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela.  Si es de interés para sus lectores, en abril de 2002 el embajador Brownfield se encontraba como embajador de Estados Unidos en Chile y no llegó a Venezuela sino hasta 2004, así que la afirmación del señor Corredor no tiene base en la realidad.

 Bridget Gersten. Agregada de Prensa, Embajada de los Estados Unidos.Bogotá.

Que los liberen

Después de ver las horrorosas imágenes de los secuestrados por las Farc, uno no puede sentir sino indignación ante tan macabro panorama. No es posible que en pleno siglo XXI un ser humano sea tratado de forma tan aberrante e indigna. Y se pregunta uno, ya perturbado, si las Farc no merecen un desprecio más tajante que el diseñado desde las esferas oficiales, donde la irreflexión echó raíces. Seres humanos que se pudren en la selva, amarrados como cerdos, ante la mirada paciente de todos. Porque de una u otra forma hemos sido unos oscuros espectadores, que hemos tomado partido por uno u otro bando, sin tener en cuenta que el ser humano está por encima de esos conceptos, al decir de Camus. Las Farc y este Gobierno intransigente ante lo humanitario merecen nuestro desprecio mayor. Ambos sostienen un ego maléfico, un pulso absurdo alrededor de unos seres que paradójicamente no pierden la fe. Una fe que no debe morir en sus corazones y que debemos cultivar en los nuestros, para esperar el milagro salvador.

 Carlos Roldán. Cali.

Sobre el Tercer Reich

La columnista Cristina de la Torre compara a Hitler con Uribe y se aventura a decir que el dictador alemán no “engañó a su pueblo”, mientras que Uribe sí. Más allá del debate sobre “totalitarismos”, quiero expresar mi inconformidad por las generalizaciones a las que solemos acudir para enfrentarnos al análisis de coyuntura. Aunque los regímenes “populistas” suelen invocar al pueblo en todas sus manifestaciones, no creo que sea conveniente “homogeneizar” las épocas y los países en función de estas características. El nazismo es ante todo una “tanato-política” que no se mide en función cuantitativa, sino en cuanto experiencia de “deshumanización total” (no sólo con respecto al pueblo judío). En el caso colombiano, y esta “era del hielo III”, lo que prima es la esquizofrenia dictatorial-democrática, pero sus alcances son limitados. Con esto no quiero restarles importancia a hechos-hecatombes como los falsos positivos. Es sólo que no se puede comparar, como decía Ionesco, “un enfermo con un barco”. El nazismo es más que una dictadura en el sentido latinoamericano del término. Es un estado de excepción que sobrepasa cualquier noción de “comunidad”. En Colombia tenemos un semi-estado-de-excepción.

 Alberto Ruiz-Tagle. Bogotá.

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