El fantasma del futuro del caos de Trump

Paul Krugman
28 de diciembre de 2018 - 05:30 a. m.

Hace dos años, tras el impacto de la elección de Donald Trump, los mercados financieros enloquecieron por un instante, pero se recuperaron de inmediato. De hecho, decidieron que aunque era evidente que Trump era incompetente para el puesto, debido a su temperamento y su intelecto, no tendría importancia. Quizá hable como populista, pero caminaría como plutócrata. Tal vez sea errático y desinformado, pero mentes más sabias evitarían que hiciera algo demasiado tonto.

En otras palabras, los inversionistas se convencieron de que tenían un acuerdo: Trump podía despotricar, pero en realidad no lograría hacer políticas; además, oigan, los impuestos a las corporaciones y los ricos disminuirían.

Sin embargo, ahora, justo a tiempo para Navidad, la gente se está dando cuenta de que no hubo tal acuerdo o, en todo caso, no había una cláusula de salud mental (perdón, no lo pude evitar). Pongan a un hombre inestable, ignorante y beligerante en el Despacho Oval y acabará haciendo locuras.

Hay que decirlo claramente, desde hace tiempo los electores ya se dieron cuenta de que el gobierno de un hombre malo es un mal gobierno. Por eso los demócratas ganaron una mayoría históricamente espectacular del voto popular en las elecciones intermedias. Hasta los más ricos, quienes han sido los principales beneficiarios de las políticas de Trump, están descontentos: una encuesta de CNBC encontró que los millonarios, incluso los millonarios republicanos, le han dado la espalda de manera evidente al “tuitero en jefe”.

Sin embargo, el comportamiento del mercado había sido, hasta hace poco, otra cosa.

La realidad de que la incapacidad presidencial les importa a los inversionistas parece haber comenzado a insertarse apenas hace tres semanas (y alrededor de 4.000 puntos en el índice Dow). Primero se dieron cuenta de que el acuerdo tan publicitado de Trump con China solo existió en su imaginación. Luego vino su colapso televisado en una reunión con Nancy Pelosi y Chuck Schumer, su abrupta retirada de Siria, su despido de Jim Mattis y el cierre de su gobierno debido a que el Congreso no complace su complejo de edificador ni construye un muro inútil. Ahora corre el rumor de que quiere despedir a Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal.

Ah, y de paso nos enteramos de que Trump ha estado tratando de obstruir la justicia de manera descarada, presionando a su fiscal general en funciones (quien ya por sí mismo es todo un caso aparte) con la investigación de Mueller mientras la cantidad de sentencias, confesiones y renuncias forzadas se acumula.

Sin embargo, vamos a hacer de abogados del diablo: ¿acaso todo este caos de Trump importa en lo que respecta a la economía o el mercado bursátil (que no son para nada lo mismo)? A primera vista, no es tan evidente.

Después de todo, además de la posibilidad de una guerra comercial, ninguno de los berrinches del Individuo 1, con todo lo poco presidenciales que son, tienen un gran impacto directo en la economía. La paralización del gobierno solo supondrá una carga menor en el gasto general.

Así mismo, la guerra comercial podría no ser tan nociva, ya que se centra en China, que es solo una pieza del comercio estadounidense. El riesgo económico realmente grande era que Trump pudiera terminar con el TLCAN, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte: la manufactura estadounidense está tan profundamente integrada a la producción de Canadá y México que esto habría causado una afectación tremenda, pero se conformó con cambiar el nombre del acuerdo mientras que dejó su estructura básicamente intacta, y los riesgos restantes no parecen tan importantes.

Así que, ¿por qué los inversionistas parecen estar olvidándose de su actitud de “¿Qué, preocuparme yo?”. No tanto por lo que Trump está haciendo, sino por lo que podría hacer en el futuro o, quizá más importante, lo que podría no hacer.

La verdad es que la mayoría del tiempo las acciones presidenciales no importan mucho para la economía; la gestión económica a corto plazo recae principalmente en la Reserva Federal. Sin embargo, cuando pasan cosas malas, necesitamos que la Casa Blanca tome cartas en el asunto. En 2008 y 2009, fue muy importante que tanto los funcionarios del gobierno saliente de Bush, como el gobierno entrante de Obama respondieron de manera competente e inteligente a la crisis financiera.

Por desgracia, no hay razones para esperar un grado comparable de competencia si algo sale mal de nuevo.

Consideren cómo han respondido los trumpistas a la caída de las acciones. Hasta ahora, se ha tratado solo de una pifia económica sin importancia. Sin embargo, Trump mismo, habiéndose atribuido el crédito por el aumento de las acciones, se ha dejado llevar por la furia y ha repartido golpes a diestra y siniestra; de ahí el ataque a Powell. Mientras tanto, los funcionarios de mayor nivel siguen afirmando que el recorte del año pasado fue una victoria en vista de la evidencia, y emitieron declaraciones extrañas, mediante Twitter, sobre la salud de los bancos, que nadie estaba cuestionando.

Ahora imaginen cómo lidiaría este equipo de gobierno con un verdadero revés económico, sin importar cuál sea su fuente. ¿Trump buscará soluciones o se negará a aceptar la responsabilidad y se concentrará principalmente en culpar a otros? ¿Su secretario del Tesoro y asesores económicos analizarán fríamente el problema y formularán medidas o responderán con una combinación de servilismo al jefe y negativas de que algo anda mal? ¿Qué opinan?

Seamos claros: en este momento no hay ninguna amenaza inminente que pudiera ocasionar una crisis importante, pero el crecimiento ha sido lento y, como dicen las calcomanías de los parachoques, siempre pasa algo. Y cuando así sucede, la gente que se supone debe lidiar con ello es la misma que no puede pensar claramente.

(c) The New York Times.

 

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